Nadie podía imaginar hace cinco décadas que una niña de Pamplona, que vivía en Múnich, y otra de Opañel, que disfrutaba de sus veranos en Galicia, iban a cambiar para siempre la historia de Carabanchel y de nuestras vidas. Diréis que exagero, pero nadie que las conozca puede negar que lo que han hecho Cris y Mariola en el Bar Río es eso: bar-rio. BARRIO con mayúsculas.
De padre madrileño y madre navarrica (de Carcastillo, más concretamente) nació hace no mucho tiempo Mariola, una de las dos protagonistas de esta historia. Sus padres se conocieron en Múnich, Alemania. Allí nació su hermana, pero su madre, que ya no quería traer más alemanas al mundo, decidió volver a Pamplona para dar a luz a Mariola. Pero poco tardaron en volver a Múnich, donde Mariola vivió hasta los 3 o 4 años.
Estando en Alemania, sus padres decidieron comprar un piso en Alfredo Aleix y mudarse a Carabanchel Alto. “Al llegar, empezamos a ir a las Escolapias. Recuerdo que mi hermana y yo llevábamos mal el castellano, porque nosotras hablábamos alemán. Así que los compañeros se reían un poco de nosotras y decidimos no hablar más en ese idioma”, me cuenta. Desde entonces, Mariola no ha vuelto a hablar la lengua teutona. “Es un idioma que tengo dormido, porque es el primer idioma que aprendí”, añade. De esa época, Mariola recuerda su pasión por la gimnasia. “Mi vida era el deporte, hacía gimnasia rítmica, atletismo… Gané todas las medallas que había y más”. De hecho, reconoce haber sido (y ser todavía) bastante hiperactiva. Tanto que todavía hoy hace alguna que otra pirueta.
Mientras Mariola hacía sus primeras acrobacias en las Escolapias, el colegio más antiguo de Carabanchel, pues se fundó en 1871 en un antiguo palacio señorial, nacía Cristina en el barrio de Opañel. De madre alcobedense y padre pontevedrés, Cris recuerda de esos primeros años los divertidos veranos que pasaba en Galicia. “Nos tirábamos 11 horas en un Renault 6 para poder llegar a la casa de mi abuela”, recuerda. Cuando el verano tocaba a su fin, había que volver a Carabanchel y al cole. Pero el colegio de Cris era muy especial, pues estaba dentro de la Finca de Vistalegre. En concreto, se trataba del colegio “La Unión”, también conocido como el Colegio de Huérfanas, pues había sido fundado en el siglo XVIII para albergar a las huérfanas de los españoles que habían muerto en la Guerra de Sucesión.
Cris pudo acudir a La Unión gracias a que en 1973 el colegio empezó a admitir a niñas no procedentes del estamento militar. El centro, gestionado por las Hijas de la Caridad, se cerró en 1987. “Teníamos un teatro (que todavía existe) y el patio del colegio era la finca, imagínate”, explica Cris. Pero sin duda, lo más sorprendente es que su clase de párvulos estaba en un lugar icónico: “A los años, volví a visitar el colegio y me di cuenta de que bajo el suelo de mi clase había estado siempre tapado el baño de mármol de la reina María Cristina”.
En esos años, Cris y Mariola no se conocían. Aun así, ambas fueron al mismo instituto, el conocido en su origen como Arroyo de la Pavas, después como Miguel Servet y, actualmente como IES Renacimiento. “Primero hice una FP de Administración en el María Inmaculada (calle Joaquín Turina) y después terminé estudiando el nocturno en Las Pavas”, cuenta Mariola. Con 18 años, se independizó y se mudó a Vallecas. Fue ahí donde empezó su relación con la hostelería. Trabajó en un Foster’s, en un Burger…, pero pronto decidió ‘volar’. Así que se mudó a Ibiza y después a Lanzarote, donde estuvo trabajando de cocinera hasta los 25 años.
Por su parte, Cris terminó la EGB y se fue al ya renombrado Miguel Servet para hacer el BUP. El COU, sin embargo, lo estudió en el Emilio Castelar (en Valle del Oro). Fue en esa época cuando empezó a tener contacto con más gente del barrio, sobre todo porque empezó a trabajar los fines de semana en el mítico Chaiz, donde conoció a Pura…
Cris y Mariola se conocen
Aunque muchos de los clientes del Bar Río no lo sepan, Pura es la principal ‘culpable’ de todo lo que ha venido después. Ella vivía en Carabanchel Alto y era colega de la infancia de Mariola. Habían compartido muy buenos momentos y seguían siendo muy amigas. “Pura vino a verme a Lanzarote; yo estaba ya con ganas de volver a Madrid, así que me propuso montar un bar junto a su compañera de curro en el Chaiz, que según me dijo, era majísima”, explica Mariola. “A mí me dijo lo mismo”, confirma Cris entre risas.
Dicho y hecho. Pura se puso manos a la obra, organizó una comida en su piso compartido y presentó a Cris y Mariola. “Comimos arroz negro”, recuerdan. A la semana siguiente volvieron a verse en la tienda de ropa que tenían Cristo y Luis (los dueños del Chaiz) en el Camino Viejo. Pura trabajaba allí y terminó de convencerlas. “A los tres días ya teníamos el local”.
Era diciembre de 1992. El año de la Expo de Sevilla y de las Olimpiadas de Barcelona no pudo tener mejor colofón: el Bar Río nació en Carabanchel. Cris, Pura y Mariola conocían a mucha gente de Carabanchel Alto, Bajo y Vallecas. Eso les dio cierta tranquilidad a la hora de montar el bar…
El Río abre sus puertas
La inauguración fue el 15 de diciembre de 1992. “Pensábamos que no vendría mucha gente, pero a la hora de abrir las puertas, el bar ya estaba petado”, recuerdan. Lo más simbólico de esta historia es que, como bien se ve en el vídeo, gente que fue a aquella inauguración, hoy sigue siendo clientela fija del bar. “Muchos clientes vienen desde aquel día, y sus hijos y hasta sus nietos”, aseguran.
El Río siempre ha sido un bar sin muchas pretensiones, condición indudable de su éxito. Desde el primer día, los botellines, las hamburguesas y los bocadillos han sido los grandes protagonistas. “Yo sabía cocinar y Cristina y Pura atender la barra. Entre las tres hicimos un equipazo; no necesitábamos mucho más”, asegura Mariola.
Además, durante los cinco años en que trabajaron con Pura, las tres podían turnarse para que siempre estuvieran dos en el bar. “Y claro, cerrábamos y salíamos un grupo de 15 o 16 personas en ruta yendo de un sitio a otro”, rememoran. “Éramos muy jóvenes y acabábamos a las mil”, confiesa Mariola. Así es como crearon ese ambiente familiar y acogedor que todavía se respira cada vez que se cruza la puerta del Bar Río.
Por suerte, sus familias las apoyaron desde el primer momento. “Mariola y Pura ya eran independientes y yo, que tenía 21 años, hablé con mi madre y le conté que quería abrir un bar”, relata Cris. En verdad, el bar ya estaba montado (había sido otro bar anteriormente) y unos colegas albañiles y otro carpintero levantaron el banco de ladrillo que todavía hoy es seña de identidad del local. “Casi todo está desde el primer día”, aseguran. “Eso sí, abrimos sin caja registradora, con una radio casete, una cafetera grande y una tele de esas de culo que se veía fatal”.
Aun así, aquel Carabanchel ‘idílico’ de principios de los 90’ también tenía sus cosas malas. Y tres chicas jóvenes en un bar era un gran aliciente para muchos indeseables. “Le hemos tenido que echar muchos ovarios, sobre todo al principio. Tuvimos que tener mucha mano dura”, relata Mariola.
De todas formas, reconocen que casi siempre las han respetado. “Cuando empezamos a limpiar el bar para la inauguración, unos señores se nos acercaron pensando que íbamos a abrir ‘otro tipo de bar’”, sonríe Mariola. “Estaban como locos”, reconoce. Pero también es verdad que cuando comprobaron que esas tres jóvenes estaban poniendo en marcha un bar ‘normal’, se convirtieron en clientes. “Esos señores estuvieron a tope con nosotras desde el primer día”, añade Cris. Y si había algún problema, la clientela era la primera en responder. Por lo que me cuentan, siempre ha habido muchas mujeres y mucha sororidad.
Llegó el Carnaval
En febrero de 1993 celebraron el primera Carnaval del Bar Río. Ese año, se disfrazaron de pájaras y ganaron el premio en el Chaiz. Pero para 1994 decidieron actuar a lo grande. “Hablamos con varios bares y les propusimos hacer un carnaval conjunto para que la gente que se disfrazara pudiera ir de uno a otro durante toda la noche”, me explica Mariola.
Al final, consiguieron que hasta diez bares participaran: La Taberna, La Tasca Negra, el Palace, el Kalcos, el Trote, el Clorofila, el Chaiz, el M.A. y el Hondin (Hondingaño), además del Río. “Fue un exitazo y dábamos más premios que el ayuntamiento. Por cuantos más bares pasaras, más puntuación tenías”, cuentan. Había premios a la mejor peña, al mejor disfraz… “Conseguimos que muchísima gente viniera a Carabanchel a disfrutar del Carnaval”.
Además, las chicas del Río hacían una sardina gigante que colgaban en el techo del bar, de punta a punta. “El Miércoles de Ceniza venían los camareros del resto de bares, todos vestidos de negro, y dábamos aquí los premios de disfraces. Luego íbamos con la sardina en procesión, pasando por todos los bares, y la quemábamos en un descampado que había junto al Chaiz. Era súper divertido”, cuentan.
Pero todo tiene un final. Este concurrido carnaval se estuvo celebrando durante siete años. “Al final era muchísimo trabajo y un lío hacerlo, pues venía cada vez más gente y se apuntaban más bares, así que decidimos pararlo”. De todas formas, el Carnaval sigue siendo uno de los días clave del Bar Río y hasta que llegó la pandemia era una de las fiestas más esperadas por su clientela.
Del Mucho Mais a la Santa Orejona
Cuando llevas 30 años al frente de un negocio tan familiar, es normal que los recuerdos se amontonen. Pero hay dos que destacan, junto al Carnaval, por encima del resto: la peña Mucho Mais y la procesión de la Santa Orejona.
“El Mucho Mais comenzó siendo una peña para echar la primitiva en la que estábamos más de 40 personas”, explica Cris. Con lo que iba tocando, cada año hacían una fiesta. “Hasta que surgió la idea de la boda”, añade. Y es que como veían que ninguno del grupo de amigos se casaba, decidieron celebrar una boda ficticia. “Hicimos un sorteo como el del amigo invisible, cada colega sacó un papel y le tocaba un personaje: el novio, la novia, el cura, el fotógrafo, la madre de la novia, el padre…”, recuerdan entre risas.
El caso es que nadie podía contar qué personaje le había tocado. Reservaron en el también mítico Mesón El Guitarra de Carabanchel Alto y hasta allí se fueron todos disfrazados para la ocasión. A Manolo, el presidente de la peña, le tocó ser la novia. “Íbamos con el coche con las latas y todo. La gente gritaba por la calle ‘vivan los novios’, pero se quedaban perplejos cuando veían a una novia con barba”.
En el restaurante, los camareros tampoco sabían nada y se lo pasaron en grande junto a toda la gente del Bar Río. “Entramos en comitiva, tiramos el ramo, cortamos el pastel… Fue inolvidable. Y también la última boda a la que hemos ido”, concluye Cris.
Entre fiestas, carcajadas, ambiente acogedor, carnavales y botellines, muchos botellines (hasta 35 cajas han llegado a vender en un día), fueron pasando los años. Así hasta que en 2012, Javito, uno de los clientes fijos del bar, les pidió que se fueran de vacaciones y le dejaran las llaves. Fue entonces cuando nació el Bar Río tal y como lo conocemos hoy: con sus paredes pintadas de rosa, sus toques de leopardo y la rompedora Santa Orejona (o Santa Tetona).
“Estos muñecos siempre han estado colgados en el bar porque los hacía un novio de Pura”, explican. Tenían tres, hoy quedan dos porque uno se rompió. Pero, sin duda, la Orejona es la reina. Tras la transformación de Javito, Mariola, unos días antes de la Semana Santa de 2013, se quedó mirando a la muñeca y le dijo a Rosalía, su camarera: “Y esta pobre, que nunca ha salido a la calle”. No hubo mucho más que decir. “Al rato llamé a Cris y le dije, vente al bar que esta tarde sacamos a la Tetona en procesión”. Otra cosa no, pero en el bar siempre ha habido mucha predisposición.
“Yo no entendía nada”, asegura Cris. Cuando llegó al bar se encontró a Vane, Carmela y otras ‘fijas’ del Bar Río manos a la obra: prepararon un altar, caperuzas, mantillas… Y esa tarde de Miércoles Santo ya estaba la Santa Orejona saliendo en procesión por la calle Halcón. “La gente se lo pasó tan bien que se ha quedado como tradición. Y ahora ya tenemos hasta músicos. Los clientes la esperan con muchas ganas”, señalan, si bien en los últimos dos años, la pobre Tetona no ha podido salir a la calle como acostumbra (aunque en 2020 Arancha hizo la gran reproducción que añado aquí abajo). Aunque, tampoco sabemos si le acaba de gustar: “Hubo un año que se le enganchó la mano en el asidero de la puerta… parecía que no quería salir a la calle”, bromean.
De la Necroloto al 30 aniversario
Otro de los grandes clásicos del Bar Río es la Necroloto. Esta peculiar lotería tiene una particularidad única: los participantes apuestan por aquellas personas que hacen más mal que bien a este mundo y que estarían mejor en el otro barrio. Y cuando una de estas personas muere, quienes hayan apostado por ellas, se reparten el botín. Eso sí, en las bases pone bien claro que nadie puede participar en la muerte de los personajes de la lista. En ese caso, no solo perderían el premio, sino que serían denunciados a las autoridades competentes.
“La Necroloto nació en un día de vermú; nos dimos cuenta de que todos estábamos muy encabronados con muchos mandamases y decidimos crear este peculiar juego”, confiesa Cris. Otra cosa no, pero creatividad no falta en el Río. “A los dos días ya estaba todo organizado y el éxito fue brutal. Por eso estamos deseando que vuelva a resurgir en cuanto pase la pandemia», añade.
En definitiva, el Bar Río es eso: diversión, risas, ambiente familiar, colegueo y cerveza fría. Muy fría. La más fría del barrio “y eso que las cámaras ya no son tan buenas como las de antes”, bromean. Aun con todo, hay quienes llegan por primera vez, aconsejados por algún amigo y se quedan un poco impactados, “pero a los 10 minutos ya están totalmente integrados”, asegura Mariola. Y entre botellines, bocadillos (el más pedido es el De la Casa) y la mejor tortilla de patatas de Carabanchel, según mi criterio y el de mucha más gente, han pasado los años hasta llegar hasta este 2022, en el que el Bar Río cumple 30 años. “No esperábamos aguantar tanto tiempo ni crear el sitio que hemos creado”, reconocen. “Habríamos comprado el local”, bromean.
Pero por este largo peregrinar, ha pasado mucha gente inolvidable. Porque el Bar Río es Mariola y Cris, pero también, obviamente, Pura. Y Miriam, Rosalía, Vanesa, Gloria, Marga, Tati, Nuria, Ariana y muchas más: las mejores camareras del mundo entero. Y Matamoros, cómo no: el único camarero de la historia del bar y mejor flamenco-saetero de todo Madrid. “Hemos tenido unas camareras espectaculares, que son amigas y compañeras. Ellas también son parte del Río”, reconoce Mariola.
Hoy el barrio ha cambiado, viene gente nueva, de otro estilo; la carta se ha adaptado para acoger bocadillos vegetarianos y veganos, pero la esencia del Bar Río permanece. Han cerrado muchos bares y comercios, pero Cris y Mariola han sobrevivido ya a dos crisis económicas y a una pandemia. Porque la gente, su gente, responde a las duras y a las maduras, como bien demostraron en la memorable fiesta del 25 aniversario, que por falta de aforo hicieron en el Gruta 77, aunque también se quedó pequeño. De hecho, ese día se estrenó el vídeo sobre la historia del bar que regaló Mariola a Cris y realizó Francis, otro colega del bar. Pero, sobre todo, la gente del Río ha respondido en estos duros meses, cuando han tenido que adaptarse a la situación sanitaria, ajustando aforo y colocando mesas.
“Ha sido muy duro, sobre todo a nivel emocional, pero nuestra gente ha respondido y por eso seguimos aquí”, concluye Mariola. De hecho, en mayo de 2020, cuando todavía estaban los bares cerrados y apenas se podía salir a un kilómetro de casa, las chicas del Bar Río organizaron una recogida de alimentos para ayudar a las familias del barrio. “Vino tanta gente que llenamos el bar y una cochera que nos cedieron unos vecinos justo enfrente. Fue muy emocionante ver a tantos amigos colaborando después de tanto tiempo sin vernos las caras; a las vecinas, que bajaban con sus kilos de comida para colaborar. Fue muy bonito”, se emociona Mariola. Salieron furgonetas cargadas de comida para la Casa del Barrio de Carabanchel Alto, para El Eko en Carabanchel Bajo y para la Asociación de Vecinos de Fraternidad en Caño Roto.
Y poco más, que en diciembre el Río cumple 30 años. Cris y Mariola no saben si podrán hacer algo especial, pero quizá organicen un evento en un espacio abierto. Quién sabe, quizá se deje caer Tomasito, uno de los clientes y amigos más especiales del Bar Río. Y hasta puede que se traiga a su colega Raimundo Amador, como ya pasó en una de las tardes más memorables del bar. Lo que está claro es que con Cris y con Mariola todo es posible.
Como habréis notado, para mí Cris y Mariola son mucho más que las dueñas de este bar que se ha convertido ya en una especie de añadido del salón de mi casa. Porque es, sin duda, el lugar donde más a gusto me siento en todo Carabanchel. Fue mi colega César, ‘el Rubio’, quien me llevó por primera vez en un ya lejano año 2007. Desde entonces, el Bar Río y estas dos mujeres están marcadas a fuego en la historia de mi vida. Porque todo lo que he vivido y sentido en este lugar no se podría escribir ni en un libro entero. Porque el Bar Río es hogar, es barrio, es familia, es matriarcado, es esencia. En definitiva, es Carabanchel.
Así que ya sabéis: De perdidos, al Río. Allí nos vemos.
Joder, me habeis hecho llorar. Que bonito, y que bonitas!!!
Coincido punto por punto con lo expresado aquí, que no sé quién lo ha escrito dicho sea de paso.
Dos pedazos de amigas que alegran la vida. Gracias por estar ahí…..
No has podido describir mejor lo indescriptible. Llenaríamos libros de momentos, sensaciones, anécdotas, amistades, amores, risas, llantos, decisiones…. Vida en definitiva…..
Gracias por emocionarme. Gracias Cris y Mario por existir
.muchas felicidades por los 30 años que vais a cumplir con el bar RIO,alli pase yo manañas tardes y noches en un ambiente expertacular creadosobre todo por estas dos neskas que son la HOStIA como personas,yo las conoci hara la friolera de 28 años o por ahi,y siempre me trataron como uno mas.DESDE PAMPLONA IRUÑA de PArte de TEJE,salud y rock and roll por otros 30 años
Me han aguantado algunos malos ratos con una sonrisa, tienen paciencia, así que me voy a estar calladito porque soy lo peor. Que pobre!
Así es un un bar familiar. Acogedor . Y han aguantado la pandemia y muchos años. . Un abrazo. Animo que podéis otros 30 mas
Que bonita historia!!!
Al igual k el «Teje» de koldo de iruña un abrazo muy «Gordako» Mu.. Gordo se os kiere Montón! 👍🏼https://media.tenor.com/images/17e91cf2991314dd78eecec4668476a0/tenor.gif
Al igual te el «TEJE» UN de Koldo ABRAZAKO MU GORDO DESDE IRUNA K SE OS KIERE UN «MUNTONAKO» 👉❤️👈✊👍🏼https://media.tenor.com/images/17e91cf2991314dd78eecec4668476a0/tenor.gif
Lo mejor de lo mejor, no podéis ir a Karabanchel, sin dejar de visitar el mejor bar, con el mejor ambiente que ha pario madre. Os kiero chicas.