Saltar al contenido
Portada » Reportajes » El olvidado Palacio de la Novela: Una oda a la Editorial Castro

El olvidado Palacio de la Novela: Una oda a la Editorial Castro

editorial castro carabanchel palacio de la novela
Comparte

En 1930, el entonces pueblo de Carabanchel Bajo se convirtió en el epicentro de la industria editorial en Madrid con la llegada de la prestigiosa Editorial Castro. En aquel entonces, aquella reconocida casa editorial fundada en 1840, dejó su sede de las calles Juan Duque y Mazarredo, en la zona de la Ronda de Segovia, para establecerse en un espléndido edificio modernista recién construido, bautizado como el Palacio de la Novela. Este grandioso recinto, que hoy sobrevive en medio del abandono en la calle de Águeda Díez, 5, fue en su día la cuna de la literatura española y el símbolo de una empresa que se autoproclamaba como la más importante de España en el sector editorial.

El propietario, Manuel Castro López, un hombre de origen humilde y que hoy en día es prácticamente desconocido, estaba al frente de la editorial desde 1917, heredando una larga tradición iniciada en 1840 por un tal Cruz Gómez. En la década de 1920, la editorial ganó prestigio al editar algunas obras de Luis de Val, reconocido novelista por entregas, periodista y dramaturgo español.

De Ronda de Segovia a Carabanchel Bajo

El negocio funcionaba cada vez mejor, tanto que, en 1928, Manuel Castro decide dar un giro a la empresa y construir un imponente edificio modernista en Carabanchel Bajo, rompiendo con la histórica ubicación madrileña y dando una nueva forma jurídica a la editorial con la creación de una sociedad anónima.

Esta decisión marcó una nueva era para la Editorial Castro, que ahora se centraría en las novelas por entregas y los libros de kioscos, buscando ampliar su mercado tanto a nivel sociológico como geográfico. En ese año incluso se atreven ya a sortear dos «hotelitos» en Carabanchel Bajo y Vallecas para sus lectores más fieles, como recoge este anuncio publicitario en el diario «La Voz». 

anuncio en La Voz de la Editorial Castro
En 1928, fecha de este anuncio, todavía estaban en la calle Mazarredo, 4 

El Palacio de la Novela, según la tesis del hispanista francés Jean-François Botrel, se convertiría muy pronto en un hermoso edificio de hormigón armado (a base de cemento y hierro), con un piso y sótano, de moderna y funcional arquitectura, de líneas rectas, tipo Bauhaus, sin más ornamentos que un busto de Benito Pérez Galdós que lo encabezaba.

El edificio, que ocupa una superficie de 4.300 m2, con fachada de 50 metros y profundidad de 83 metros, albergaba todo lo necesario para la industria editorial: talleres de imprenta, litografía, estereotipia, encuadernación, almacenes para papel, tintas y otras primeras materias, garajes, salas de expedición, estudio de dibujantes, despachos para autores y hasta habitaciones para la vivienda de propietario y trabajadores. Un auténtico titán de la industria: su valor en 1930 se estimó en 1.400.000 pesetas.

editorial castro palacio de la novela

Un modelo de casa-fábrica, modesto y funcional

La concesión de apertura fue otorgada el 29 de julio de 1930 y, en noviembre de ese año, la impresión de su revista quincenal ilustrada Panoramas ya se imprimía en las nuevas instalaciones.

En ese momento, también se constituyen como sociedad anónima y establecen su objetivo principal: “La publicación, distribución y venta por cuenta propia o ajena de toda clase de libros en tomos con o sin encuadernar que formen o no parte de colecciones completas de divulgación, enseñanza o texto de toda clase de asuntos científicos, literarios, de arte o de cultura general, del tamaño y de la esmerada presentación que cada especialidad exija para lograr su mayor y más fácil venta. Estos libros serán servidos mediante suscripción o venta directa por cuadernos o entregas de las páginas que cada uno [de los libros] conste”. También se pueden publicar “revistas, periódicos, novelas y folletos de toda clase, bien aparezcan diaria o periódicamente y cualesquiera que sea el objeto, finalidad literaria artística política o de propaganda”.

Se podría decir que el modelo del Palacio de la Novela era, muy a las claras, pero en plan más modesto y funcional, el de las casas-fábrica de Barcelona, con la concentración de los medios de fabricación y administración ­–e incluso de residencia de los trabajadores– y se ve que apostó por una efectiva modernidad para unas actividades más bien tradicionales aunque todavía muy actuales: las novelas por entregas y los libros de kioscos, buscando una ampliación sociológica (los lectores de novelas semanales) y geográfica (hacia América) del mercado.

Interés por el mercado hispanoamericano

Eso sí, la novela de género popular quedaba simbólicamente dignificada ­–bajo la advocación de Galdós, además­–, y el proyecto pedagógico-comercial pronto se encontrará estimulado con la dinámica social de la República. En esos años, la Editorial Castro muestra además un interés especial por el mercado hispanoamericano, abriendo filiales en diferentes países e impulsando la edición de más publicaciones periódicas, incluido el semanario satírico político “El Cencerro”. 

Hasta ese momento, el fondo editorial más importante de la Editorial Castro era la interesante colección que atesoraba, con más de 300 novelas del género popular, “históricas, religiosas, sociales y de costumbres, muy morales, instructivas y subyugadoras, sin excepción”; obras, casi todas ellas, de autores del siglo XIX, casi clásicos por aquel entonces, como Manuel Fernández y González, Enrique Pérez Escrich o Ramón Ortega y Frías.

Asimismo, y como decíamos al principio, en los últimos años Manuel Castro había apostado también por la incorporación de autores más contemporáneos como Luis de Val, si bien murió a los 62 años, apenas unos meses más tarde de abrir el ansiado Palacio de la Novela.

Luis de Val en la Editorial Castro

Tras esta inesperada muerte, Manuel Castro estuvo buscando a un posible sustituto. El bohemio Alfonso Vidal y Planas se dejó convencer y el 18 de agosto de 1932, por encargo de la editorial, publicó su primera novela por entregas bajo el título de “Los domadores de la vida”. Violento y polemista, Vidal y Planas, vinculado a la CNT, sacó de las checas a muchas personas durante la guerra. En esos años convulsos, llegó incluso a dirigir “El Sindicalista” a petición del reconocido anarcosindicalista español Ángel Pestaña.

En definitiva, con la construcción del Palacio de la Novela se abre una etapa de mayor intensidad editorial para la compañía.

La editorial durante la República

Pero no todo era producción y trabajo en el Palacio de la Novela. Castro impulsó la formación de un equipo de fútbol y tenía un trato afable, casi paternalista, hacia sus empleados. Por ejemplo, tras una huelga en 1931 contra la subida del precio del papel y la inflación, se le escuchó decir lo siguiente: «Entre mis obreros fui, soy y seré el primer trabajador. Entre ellos mismos, su mejor amigo.» Este espíritu marcó el tono de la operación de la Editorial Castro y, hasta cierto punto, la industria editorial española durante aquel tiempo.

En ese mismo año, y tras la proclamación de la Segunda República, en el diario El Liberal, Manuel Castro iba un poco más allá y afirmaba que la mejor solución para intensificar la producción editorial pasaba por abaratar las materias primas. «Sólo de papel, mi casa consume más de 500.000 pesetas anuales; si se consiguiera un descenso en el coste del papel, yo no tendría inconveniente en aumentar mis publicaciones en un 25%. Supongo que todos los editores harían lo mismo. De este modo, la producción editorial tomaría mucho mayor incremento», afirmaba.

Ya con la Segunda República en marcha, la Editorial Castro cambió su enfoque editorial y abandonó gran parte de los contenidos que la habían hecho célebre en los años previos para  centrarse más en temas relacionados con la actualidad española y en algunos momentos, incluso la soviética. Sin embargo, esta vibrante actividad se vería posteriormente truncada por la insurrección y el asedio de Madrid.

Biblioteca para el Pueblo

El mismo mes de abril de 1931, la Editorial Castro decide crear una Biblioteca para el Pueblo de entrega semanal y a precio muy económico: una peseta o 1,5 pesetas por volumen. El objetivo era divulgar obras cortas de historia, crítica, divulgación, literatura amena “y toda aquella clase de trabajos que puedan servir de enseñanza para el pueblo, además de ofrecer esparcimiento de espíritu”, señalaban. 

El primer tomo, publicado antes de junio de 1931 y bajo la denominación común Los hombres que trajeron la República, está dedicado a Niceto Alcalá-Zamora y se titula “De la cárcel a la presidencia. Cómo acabó un Reinado”. Tras ese primer libro, se suceden otros contando diferentes acontecimientos políticos como la sublevación de Jaca, la quema de conventos en Madrid, los sucesos de Vera de Bidasoa o el centenario de la ejecución de Mariana Pineda. 

Aunque no tuvo muy buena acogida por la crítica, por ser un «folleto» donde todo se reduce «a reproducir informes jurídicos ya divulgados por la prensa», tal y como señala el diario El Sol, también se reconoce el mérito que tiene lanzar esta biblioteca «en tono fácil, ligero, amable, pero sin excluir la posible novedad», destinados a «dominar sentimientos primarios».

biblioteca para el pueblo editorial castro

Una gran «novela histórica»

En paralelo a la publicación de esta “Biblioteca para el Pueblo”, la Editorial Castro publica una “gran novela histórica” por entregas bajo el título de Tempestad sobre un trono. De la Regencia a la República, que analiza los diferentes capítulos de la historia reciente de España, desde el desastre de 1898 a la dictadura de Miguel Primo de Rivera.

A principios de 1932, el primer tomo de esta novela cuenta ya con más de 1.600 páginas. Le sucederían dos tomos más de 1.680 y 2.060 páginas respectivamente, y que concluyen con la proclamación de la Segunda República el 14 de abril de 1931. Estas son las últimas líneas de la novela, tal y como las recoge Jean-François Botrel en su artículo:

“¡Viva la República; la República gloriosa, la inmaculada República de los españoles, esperanza nuestra” y los autores se despiden del lector «confiados en que sus emociones ante la fábula novelesca le hayan movido a reflexiones ante la realidad histórica; y en que Tempestad sobre un trono, a más de interés y amenidad, le haya proporcionado ejemplo y aviso, tan necesarios a los ciudadanos modernos”.novela-historia-anuncio

Publicaciones breves, económicas y asequibles

En resumen, durante los años de la República, la editorial se caracteriza por una atención reactiva y actual, con obras «en caliente» producidas por reconocidos escritores, así como por otros difíciles de identificar. Sus publicaciones son asequibles, breves, económicas y, a menudo, de material barato, con un estilo tan periodístico como sensacionalista. Utilizan un discurso hiperbólico para la promoción y apelan al patriotismo para incentivar la compra. 

Gráficamente, promueven emblemas republicanos y se esfuerzan por ser identificados con la lectura popular. En los años siguientes, la editorial se mantiene actualizada con los acontecimientos del país, publicando textos de mujeres comprometidas políticamente como Victoria Kent, tratando temas como el divorcio y la autonomía de las regiones, e incluso presentando una serie de «Documentos de la nueva Rusia», que muestran aspectos de la vida y la política en la URSS.

En definitiva, la editorial Castro tuvo un período políticamente muy activo entre 1931 y 1936. Por ejemplo, en 1934 cubrió sucesos como la insurrección y represión en Asturias, y publicó libros sobre el inventor Isaac Peral o el militar Fermín Galán, fusilado tras la fallida sublevación de Jaca. Durante 1935, publicaron obras relacionadas con Azaña y su forma de hacer política, y libros que criticaban a la derecha española y resaltaban luchas en favor de los trabajadores. En 1936, incluso, iniciaron una serie antibélica.

Aun así, a lo largo de estos años, la editorial no solo abordó temas políticos y sociales, sino también publicaciones sobre higiene, asuntos jurídico-sociales, literatura, historia y cultura regional.

mariana pineda

Una imprenta en la línea de frente

No obstante, en noviembre de 1936, con el inicio de la Guerra Civil, la actividad editorial se interrumpió debido a que el Palacio de la Novela se encontraba en la misma línea de frente, pues el bando nacional situó sus trincheras en torno a la actual calle Oca, mientras que el bando republicano asentó las suyas a la altura aproximada de las actuales calles Del Toboso y Radio (zona de Urgel). El Palacio de la Novela, por tanto, se quedó en esa peligrosa y bombardeada “tierra de nadie”.

Aunque las actividades de la editorial se vieron muy afectadas por esta línea de frente en Carabanchel, los trabajadores colectivizaron la editorial y siguieron publicando desde una imprenta situada en la Avenida de la Unión Proletaria, 8, hoy Paseo de Recoletos. Durante este período, lanzaron algunos títulos como «Transformación social. Antecedentes. Oscilaciones. Plenario. Reconstrucción social», de Antonio de Hoyos y Vinent o «Por las trincheras. Crónicas de la guerra», de Eduardo Zamacois.

Cuando finalizó la contienda, la Editorial Castro retomó sus operaciones en Madrid bajo el liderazgo, nuevamente, de Manuel Castro López, pero ya lejos del Palacio de la Novela. A lo largo de los años, sufrió varios cambios, si bien mantuvo su enfoque en novelas por entregas, con reediciones y novedades, hasta disolverse definitivamente en 1997. 

De imprenta a centro ocupacional abandonado

Tal y como explica el hispanista francés Jean-François Botrel, el Palacio de la Novela, original sede de la editorial, tuvo diversos usos tras la Guerra Civil: cuartel para la Legión, asilo infantil, residencia estudiantil y, como muchos recordarán, el centro ocupacional “Magerit” para personas con diversidad funcional, dependiente de la Consejería de Familia y Asuntos Sociales de la Comunidad de Madrid.

De forma inexplicable, en marzo de 2011, tras meses de encierro y después de varias manifestaciones de apoyo, la Comunidad de Madrid hizo oídos sordos, cerró el edificio y trasladó a las 300 personas que albergaba a otros centros del sur de Madrid. Tras más de 20 años como centro dotacional, el gobierno de Esperanza Aguirre decidió cerrarlo para reparar “daños estructurales”. Unos daños que no se han reparado (si es que alguna vez existieron). 

cierre del magerit

Hoy, casi un siglo después, el Palacio de la Novela sigue en pie, sumido en el abandono y el olvido. Pero la historia de este edificio representa un legado que debe ser recordado y puesto en valor, especialmente por los habitantes de Carabanchel Bajo, el pueblo (hoy distrito) que una vez albergó a uno de los mayores titanes de la industria editorial española.

Este imponente monumento al pasado literario de España merece una nueva vida, una que honre la rica historia, el legado inquebrantable, la esencia indeleble y la herencia imperecedera de la Editorial Castro.

editorial castro palacio de la novela


Fuentes: 

-> Diarios de la época (Hemeroteca Digital)

-> El Palacio de la Novela (1930-1936). La Editorial Castro S.A. entre conservadurismo y compromiso. Artículo del hispanista Jean-François Botrel. Puedes consultarlo en este enlace.

-> Lee más reportajes sobre la historia de Carabanchel


Comparte

2 comentarios en «El olvidado Palacio de la Novela: Una oda a la Editorial Castro»

  1. Genial artículo, muy completo, muchas gracias por la investigación y compartirla. Solo me gustaría comentarte que no se debería usar el concepto «bando nacional» sino bando golpista o fascista, concepto que ellos mismos usaban en la epoca ya que para nada era periorativo, «nacional» es una palabra que sí que insulta, ya que la introdujeron para hacerse con la verdad absoluta de los vencedores, nosotros somos los españoles y vosotros cualquier otra cosa.
    Gracias y disculpa, pero creo que deberíamos ir cambiando el vocabulario impuesto a lo largo de los años

  2. Un trabajo muy interesante y completo.
    Muchas gracias por recordar también a quienes habitamos ese espacio como Centro Ocupacional Magerit, como usuarios/as, trabajadores/as, familias.. Que peleamos mucho por revertir un injusto e infame cierre que quedará como mancha vergonzosa de la gestión del gobierno de Esperanza Aguirre.
    Magerit físicamente esta desplazado, pero su espíritu sigue en Carabanchel, en sus calles, en el recuerdo de sus vecinos y en esa antigua Editorial Castro.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *