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Los Carabancheles en «Camino de perfección» de Pío Baroja

Puente de Toledo hacia 1901
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Este miércoles, 28 de diciembre de 2022, se cumplieron 150 años del nacimiento de Pío Baroja, uno de los escritores más destacados de la Generación del 98. En uno de sus libros más destacados, Camino de perfección (1902), el protagonista, Fernando Ossorio, un joven confuso y con el alma atormentada debido a un fuerte existencialismo, protagoniza un duro e introspectivo peregrinar que le lleva desde Madrid hasta Levante.

En ese camino reflexivo, casi místico, Ossorio recorre la España de principios de siglo XX, retratando elementos sociológicos como la pobreza, la barbarie o el descontento popular. Aunque de pasada, los Carabancheles también se ven ligeramente reflejados en este devenir, en concreto en el capítulo siete, el cual reproducimos en parte a continuación.

En una de sus noches de desvelo, todavía residiendo en Madrid, Fernando Ossorio se encuentra con su amigo Paco Sánchez de Ulloa en el mítico Café de Fornos, situado muy cerca de la Puerta del Sol, concretamente en las confluencias de Virgen de los Peligros con Alcalá. Hoy, una placa recuerda aquel mítico café, frecuentado a menudo por Pío Baroja; su local, que fue reconstruido en los años 20 del pasado siglo, lo ocupa actualmente un Starbucks.

café de fornos
Café de Fornos. Wikipedia

Hacia la Plaza de la Cebada

Tras salir del Café de Fornos, Ossorio y Ulloa se dirigieron hacia la Puerta del Sol entre tumultos y algarabías fruto de las horas intempestivas. Después de dar una vuelta por la Plaza de Oriente se dirigieron hacia el Viaducto. «Desde allá se veía hacia abajo la calle de Segovia, apenas iluminada por las luces de los faroles, las cuales se prolongaban después en dos líneas de puntos luminosos que corrían en ziszás por el campo negro, como si fueran de algún malecón que entrara al mar», cuenta Baroja.

viaducto calle segovia
Calle Segovia. Al fondo, el viaducto

Cruzando el Puente de Toledo

Cuenta el relato que de ahí salieron hacia San Francisco el Grande y luego una callejuela les llevó hasta la Plaza de la Cebada. «Y bajando por la calle de Toledo, pasaron por la puerta del mismo nombre. Antes de llegar al puente oyeron gritos y sonido de cencerros. Traían las reses al Matadero», prosigue.

Ossorio y Ulloa, relata Baroja, siguieron andando por el campo llano y negro, camino de Carabanchel Bajo. Llegaron a este pueblo, bebieron agua en una fuente y anduvieron un rato por campos desiertos llenos de surcos. Era una negrura y un silencio terribles. Solo se oían a lo lejos ladridos desesperados de los perros. Enfrente un edificio con las ventanas iluminadas.

—Eso es un manicomio —dijo Ulloa.

Obviamente, se refería al Sanatorio Esquerdo, todavía existente, y que el doctor José María Esquerdo había abierto en 1877 muy cerca de las huertas del arroyo Luche, que da nombre a ese barrio.

Vista del Sanatorio Esquerdo
Vista del Sanatorio Esquerdo antes de la Guerra Civil

Hasta Carabanchel Alto

«A la media hora, —continúa Baroja—, llegaron a Carabanchel Alto por un camino a cuya derecha se veía un jardín que terminaba en una plaza iluminada con luz eléctrica».

Probablemente, se referían a la Quinta de Miranda, que quedaba a mano derecha por la actual calle de Eugenia de Montijo y, al fondo, la plaza del Parterre, que daba comienzo al pueblo de Carabanchel de Arriba.

—La verdad es que no sé para qué hemos venido tan lejos —murmuró Ulloa.

—Ni yo.

—Sentémonos.

Estuvieron sentados un rato sin hablar y, cuando se cansaron, salieron del pueblo. Se veía Madrid a lo lejos, extendido, lleno de puntos luminosos, envuelto en una tenue neblina.

Fuente de la Plaza del Parterre en Carabanchel AltoFecha: 1926
Fuente de la Plaza del Parterre en Carabanchel Alto (1926). Donada por Sonia Dorado

De la carretera de Extremadura a Madrid

Llegaron al cruce de la carretera de Extremadura (actual A5) y pasaron por delante de algunos ventorros.

—¿Tú tienes dinero? —preguntó Ulloa.

—Un duro.

—Llamemos en una venta de estas.

Hiciéronlo así: les abrieron en un parador y pasaron a la cocina, iluminada por un candil que colgaba de la campana de una chimenea.

—Se encuentra aquí uno en plena novela de Fernández y González, verdad? —dijo Ulloa—. Le voy a hablar de vos al posadero.

—Eh, seor hostelero!: ¿qué tenéis para comer?

—Pues hay huevos, sardinas, queso…

—Está bien. Traed las tres cosas y poned la mesa junto al fuego. Pronto. ¡Voto a bríos! Que no estoy acostumbrado a esperar.

Fernando no tenía ganas de comer; pero en cambio, su amigo tragaba todo lo que le ponían por delante. Los dos bebían con exageración; no hablaban. Vieron que unos arrieros con sus mulas salían del parador. Debía de estar amaneciendo.

—Vámonos —dijo Fernando.

Pero Ulloa estaba allí muy bien y no quería marcharse.

—Entonces me marcharé solo.

—Bueno; pero dame el duro.

Ossorio se lo dio. Salió de la venta

Empezaba a apuntar el alba; enfrente se veía Madrid envuelto en la neblina de color de acero. Los faroles de la ciudad ya no resplandecían con brillo; solo algunos focos eléctricos, agrupados en la plaza de la Armería, desafiaban con su luz blanca y cruda la suave claridad del amanecer.

Paseo de Extremadura. Al fondo, Madrid. Foto del blog Historias Matritenses
Paseo de Extremadura. Al fondo, Madrid. Foto del blog Historias Matritenses

Foto de apertura: Puente de Toledo hacia 1901. Foto donada por Sonia Dorado


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1 comentario en «Los Carabancheles en «Camino de perfección» de Pío Baroja»

  1. Estás anécdotas históricas sobre Carabanchel me encantan, la historia no sólo te da comprensión de tu presente, te hace darle valor a los lugares que frecuentad

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