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La historia del peso pluma se escribió en Carabanchel

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Un buen amigo me dijo al ver la foto de Manolo Calvo que tenía cara de boxeador de los de antes. Y razón no le faltaba. A Manuel Calvo Villahoz (Aranda de Duero, 1967) el boxeo le corre por las venas. “En mi casa, el boxeo se vive como una religión, no admite bromas”, me reconoce mientras se acomoda en la barra del pub Calvo’s, que abrieron su padre Manuel y su tío Lali hace 45 años, para hablarme de todo lo que ha aportado este deporte a su familia.

Manuel Calvo en el pub Calvo's

Reconozco estar emocionado ante este encuentro pues, aunque no entiendo mucho de boxeo, no siempre se tiene la oportunidad de entrevistar a todo un campeón de Europa. Porque Manuel Calvo consiguió este preciado título en peso pluma en el año 2001. Sin embargo, la historia no comienza con él, sino con su padre: Manuel Calvo Fernández, que también fue campeón de Europa de peso pluma 33 años antes, en 1968. Primera y única vez en la historia que padre e hijo se proclaman campeones de Europa de boxeo en una misma categoría. Dos campeones, además, que han estado la mayor parte de su vida vinculados al barrio de Carabanchel.

Mi padre era un hombre que quería hacer algo importante en la vida”. Manuel Calvo Fernández (Loranca de Tajuña, 1941 – Madrid, 2021) fue uno de los púgiles más aclamados en la época dorada del boxeo. Aquella en la que Legrá, Urtain, Carrasco o el propio Calvo llenaban estadios y “tenían más fama que los futbolistas”, tal y como reconoce su hermano Lali, tío de nuestro entrevistado y que, a sus 76 años, todavía sigue al frente del Calvo’s, un pub que continúa siendo todo un referente para los amantes de este deporte y una especie de museo-homenaje para los dos campeones.

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Lali Calvo, en su pub

A Manuel Calvo, padre, le entusiasmaba el boxeo. Pero, ¿quién no disfrutaba entonces con las peleas de Fred Galiana? Tanto es así, que muchos días cogía su bicicleta desde Mejorada del Campo, que era donde entonces vivía, para trasladarse a la capital a ver al de Quintanar de la Orden en el ring. “Hasta los 16 años vivió en Mejorada, pero luego ya se mudó a Madrid con el tío Aquilino, hermano de mi abuela. Primero al barrio de Lucero y poco después a Nuestra Señora de Valvanera”, me cuenta su hijo.

Eran finales de los 50’. La vida no resultaba sencilla y Manuel Calvo se dedicó a trabajar en lo que pudo, llegando a ser albañil en la Feria del Campo o pintor de brocha gorda en el Museo del Prado. Fue entonces cuando decidió apuntarse al prestigioso gimnasio de la Agrupación Deportiva Ferroviaria, fundado en 1918, y al que acudía cuando terminaba su jornada laboral. “Mi abuela solo le pidió que llevara cuidado y que no se hiciera daño”.

Su carrera fue meteórica. En 1966, con solo 25 años, consiguió su primer título nacional en Salamanca ante Luis Aisa el que, a la postre, se convertiría en el rival con quien más se vería las caras: hasta en nueve ocasiones. En aquella histórica velada ya estuvo su hermano Lali, que siempre acompañó a Manuel en todos sus combates.

Manuel Calvo padre

Sin embargo, en la primera defensa del título ante Ramón Casal en La Coruña, el 3 de septiembre de ese año, perdió de forma injusta. “Fue un buen combate; hicieron disfrutar a los espectadores”, me cuenta Lali. Pero el juez único (entonces no había tres como ahora) decidió dar la victoria a Casal, aunque Calvo fue superior. “El propio árbitro dijo después que se había equivocado y la Federación pidió repetir el combate”, aclara el hijo.

Esa revancha fue, sin duda, uno de los combates más importantes de la historia de Galicia. La plaza de toros estaba a reventar. Esta vez sí, Manolo Calvo tumbó a Casal en el undécimo asalto y venció por KO técnico. Después, revalidaría el título nacional hasta en cinco ocasiones.

Manuel Calvo padre

Campeón de Europa: Abend y Carbi

En los años en que combatió Manuel Calvo, había otro boxeador en la categoría de peso pluma que era un hueso duro de roer: el cubano de Baracoa, José Legrá, que fue nacionalizado español en 1966. En 1967, Legrá se proclama campeón de Europa y, un año más tarde, decide aspirar al título mundial, que conseguiría ante Howard Winstone en diciembre de 1968.

La decisión de Legrá de disputar el título mundial dejaba vacante el título europeo, algo que vino muy bien a Manolo Calvo, pues fue seleccionado para participar en las eliminatorias de este Campeonato de Europa de 1968, que se celebraban en La Monumental de Barcelona. “Mi padre dio una lección de boxeo en esa primera ronda y venció por KO técnico en seis asaltos al alemán Lothar Abend”. Y no lo tuvo fácil, pues hay un punto débil de padre e hijo que los rivales conocían muy bien: el sangrado abundante de las cejas, lo que propiciaba algún que otro cabezazo de sus contrincantes.

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“En el quinto asalto contra Abend, el médico, el doctor Oliveras, decidió parar la pelea por los cortes que tenía Calvo en las cejas. ‘Manolo, así no puedes seguir’, le soltó”. Pero el campeón español del peso pluma le pidió un asalto más, suficiente para vencer por KO al alemán.

“Lo sacaron por la puerta grande de La Monumental, como si fuera un torero”. De hecho, esa fue la otra afición que siempre acompañó a Manolo Calvo sénior. “El mundo perdió un torero, pero ganó un gran boxeador”, apostilla su hermano Lali.

Tras superar su eliminatoria en aquella histórica noche en Barcelona, en la que Pedro Carrasco también defendió su título de campeón de Europa ante Bruno Melissano, al que noqueó en tres asaltos, Manolo Calvo se convirtió oficialmente en aspirante al título europeo (EBU).

El combate se disputaría el 17 de diciembre de 1968 en el Gran Price de Barcelona ante el italiano Nevio Carbi. “Mi padre ganó a los puntos en un combate a 15 asaltos, pues todavía no se disputaban a 12”. El combate fue durísimo y muy igualado hasta el noveno asalto. Pero a partir de ese momento, Calvo superó con creces al italiano. Y así fue como aquel joven de Loranca de Tajuña, carabanchelero de adopción, conseguiría convertirse en campeón del peso pluma de la Unión Europea de Boxeo.

No hubo cinturón hasta muchos años después

Una de las anécdotas de este campeonato fue que Manolo Calvo no recibió su cinturón de campeón, sino una copa que le acreditaba como el mejor peso pluma del continente. “30 años más tarde, comentamos este hecho en la Federación de Boxeo y decidieron escribir a la EBU para exigir este preciado premio para mi padre”, me cuenta Manolo Calvo. “Y se lo mandaron, pero previo pago de 30.000 pesetas que tuvo que pagar el boxeador y no la Federación”, añade con cierto resentimiento.

Aun con todo, en 2018, 50 años después de que Manolo Calvo Fernández consiguiera aquel preciado título de campeón de Europa, su hijo, Manuel Calvo Villahoz lo invitó a subir al cuadrilátero para colocarle, en un hito histórico, el cinturón de campeón.

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Manolo Calvo posa con el cinturón 50 años después. Foto: MARCA

La defensa del título

En 1969, la plaza de toros de Las Arenas de Barcelona acogió la defensa del título de campeón de Europa ante el italiano Tomasso Galli. Según las crónicas de la época, fue otro combate para recordar. Calvo iba ganando, pero de nuevo los cortes en la ceja le jugaron una mala pasada, pues a falta de un minuto para el final, el árbitro decidió parar el combate y dar por vencedor al italiano. Fue una de las grandes injusticias que sufrió el mayor de los Calvo. Por desgracia, en la revancha volvió a perder.

Aun así, la espinita de Manolo Calvo fue no poder vencer a su amigo José Legrá en ninguno de los dos combates que disputaron. “Aun así, Legrá siempre dice que la segunda pelea se la ganó mi padre”. Casualidades de la vida, José Legrá, dos veces campeón del mundo y cinco de Europa, a sus casi 80 años, vive en la residencia de ancianos de la finca de Vistalegre. “Está muy bien; mayor, pero bien. Es buen amigo de la familia”, reconocen Lali y Manolo Calvo.

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El último combate

Manuel Calvo apenas recuerda las últimas peleas de su padre. Fueron en los años 70’. En esos tiempos, el mayor de los Calvo decide dar el salto de categoría y probar suerte en el peso ligero. Llegó a pelear dos veces por el título nacional, pero perdió ambas.

La primera contra Perico Fernández, que luego llegó a ser campeón del mundo. “Lo tumbó dos veces, pero al final pararon la pelea”, me explica su hijo. La otra, contra Jerónimo Lucas, en el que, a la postre, sería el último combate de Manolo Calvo Fernández.

En concreto, fue el 4 de octubre de 1974, en el Palacio de los Deportes de Madrid. “Lucas ganó por puntos. Yo tenía ocho años”. Se retiraba así toda una leyenda del boxeo, con más de 120 combates a sus espaldas.

De Aranda a Carabanchel

Como es lógico, el boxeo ha formado parte de la vida de Manuel Calvo Villahoz desde su nacimiento. De hecho, su padre se proclamó campeón de Europa apenas unos meses después de que él llegara al mundo.  “Siempre quise ser boxeador como mi padre”, reconoce.

Manuel Calvo jr. nació casi de rebote en Aranda de Duero en 1967, ciudad que hoy le ha dado más reconocimiento que Carabanchel, barrio al que llegó siendo niño. “Mi abuela materna vivía en Aranda de Duero. Mi madre se quedó embarazada y decidió ir a tenerme allí, pero a los ocho meses volvimos a Carabanchel, tras un pequeño paréntesis en Mejorada, en la casa de mis abuelos paternos”.

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Para él, Carabanchel es el barrio donde ha pasado casi toda su vida. “Me gusta mucho vivir aquí, la gente siempre nos ha tratado muy bien. Fui al colegio Santa Rita y después al Santa María del Bosque, en la calle Gaviota”, recuerda. Y en 1978, su padre y su tío abrieron el Calvo’s en la calle Pingüino, por lo que la vinculación fue todavía mayor.

Presumo con orgullo ser de Aranda y de Carabanchel, ‘el mejor barrio de Europa’, como decía Manolito Gafotas”. Aun con todo, reconoce que ni su padre ni él han tenido ningún reconocimiento oficial en el barrio, más allá de los que les ha brindado el Real Club Deportivo Carabanchel. “Ojalá se acordaran alguna vez de nosotros”, afirma en clara alusión a la Junta Municipal. “Al menos, mi padre se llevó el cariño de la gente, del pueblo, que era de donde él venía”.

Sus inicios en el boxeo

A pesar de la tradición familiar, Manuel Calvo no tomaba muy en serio a su hijo cuando este le decía que quería seguir sus pasos. Hasta que un día le preguntó si realmente quería ir al gimnasio. “Le dije que sí, pero me contestó que no podría hacerlo hasta que me sacara el graduado escolar. Así que me apunté a una academia en Carabanchel Alto y me lo saqué”.

Empezó a hacer guantes en 1984 con 16 años en el gimnasio del Atlético de Madrid, situado en los bajos el estadio Vicente Calderón. “Tuve de entrenador al mejor que podía tener, a mi padre”, reconoce. Si bien es cierto, también tuvo a Pedro París, “que estaba en el rincón cuando mi padre ganó el campeonato de Europa”.

Y es que Pedro París, además de ser todo un referente en el mundo del boxeo, también fue entrenador de los dos Manolo Calvo. Nacido en 1930, fue el preparador más importante de la sección de boxeo del Atlético de Madrid, desde su creación en 1966 hasta su desaparición en 1995. “Mi padre también tuvo de entrenadores a Segundo Bartos, Manolo del Río, Francisco González o Pampito Rodríguez, si bien los títulos los ganó con Pedro París”.

El debut de Manolo Calvo como boxeador amateur tuvo lugar el 30 de noviembre de 1985 en el emblemático estadio de Vallehermoso; y como profesional, el 11 de junio de 1992 en Bilbao, ganando a Bernardino Da Costa a los puntos. Su último combate fue el 3 de agosto de 2004 en Italia ante Domenico Urbano. Su espinita, no haberse podido retirar en España. Y entre medias, un palmarés soberbio.

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Un boxeo diferente al de su padre

Mi padre era muy fuerte”, reconoce. “Yo tenía más defensa, más habilidad. No quiero decir que mi padre solo fuera a pegarse, sino que era un boxeador menos vistoso que Legrá o Carrasco. Pero la diferencia principal entre nosotros era que tenía mucha más pegada”. De hecho, cuando empezó a entrenar, su padre le explicó que el truco del boxeo era pegar y que no te pegaran. “Yo decidí que mejor evitar que me pegaran y luego ya ver cuándo podía pegar”, bromea.

De lo que no cabe duda es de que su padre fue un entrenador muy exigente. “Nunca me dijo que había hecho una buena pelea. Como mucho, me decía que no había estado mal. ‘Has ganado porque el otro era un poco peor que tú’. Y cuando terminábamos de entrenar y veníamos a casa, más de lo mismo: ‘Hay que joderse Manolo, cada vez estás peor, no avanzas entrenando’. En verdad, eso me motivaba para esforzarme mucho más al día siguiente”.

Y es que como reconoce Manolo Calvo, que perdió a su padre de un infarto en septiembre de 2021, “estar con él todos los días era una escuela de vida, mucho más que de boxeo”. Porque siempre le dejó muy claro que la vida era mucho más que el ring: “Manolo, que el boxeo no lo es todo en la vida. Tienes que hacer otras cosas, porque llegará el día en que lo dejes y tendrás que encauzar tu vida de otra forma”, le aconsejaba.

Así fue. “Primero me hizo terminar los estudios y después me puso a poner copas en el bar. Pasaba todas las tardes en el Calvo’s. Hasta 21 años estuve trabajando aquí, amargándole la vida a mi padre y a mi tío”, sonríe.

Sin duda, la mano dura de Manolo Calvo hizo mella en su hijo hasta el punto que en los 97 combates que disputó (51 de amateur y 46 como profesional) nunca perdió por KO.

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Del Campeonato de España al de Europa

Uno de los sinsabores que todavía guarda Manuel Calvo es que las oportunidades, sobre todo en Europa, le llegaron demasiado tarde. De hecho, sus títulos de Campeón de España de peso pluma llegaron entre 1993 y 1996. Es decir, con cerca de 30 años.

El primer título nacional lo consiguió contra José Manuel Martínez a los puntos en diez asaltos. Y unos meses después, lo revalidó en Getafe ante el mismo rival. De hecho, Manuel Calvo se convierte así en su bestia negra, pues se habían enfrentado ya en cuatro ocasiones sin ninguna victoria para Martínez.

El 31 de agosto de 1996, Manuel Calvo vivió otra de esas históricas veladas. Se enfrentaba a un buen boxeador, el joven cordobés Luis Antonio Navarro, apodado ‘Tyson’ y que llegaba invicto tras 20 combates, todos ganados por KO. “Parecía que al ring iba a subir solo él, me faltaron un poco al respeto”, asevera Calvo. Pero esto es algo que siempre le ha acompañado a lo largo de su carrera. “Casi nunca me han dado como favorito, pero en el ring he callado muchas bocas”.

Y ese día no fue diferente. La pelea levantó mucha expectación. La plaza de toros de Mallorca estaba abarrotada. “Lo tiré en el cuarto asalto. Se levantó, pero perdió la pelea por puntos. Le encontré llorando en el vestuario. Los que estaban a su alrededor le habían comido mucho el coco al chaval”, añade.

Sin embargo, las oportunidades en Europa todavía se hicieron de rogar un poco más. Su primer gran asalto al título continental no llegó hasta 1999 y ante otro gran boxeador, el galés ex campeón del mundo Steve Robinson. “La pelea estuvo muy igualada; creo que la gané por un punto, pero los jueces me quitaron dos puntos que me hicieron perderla”. Pero no se desanimó. Siguió entrenando duro y en 2001, con 34 años, tuvo una nueva oportunidad ante el mismo boxeador.

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Esta vez, ganó Manolo a los puntos en un combate pactado a 12 asaltos en el Pabellón Parque Europa de Leganés. ¿Cómo te sentiste al ganar el título a Robinson tras haberlo defendido hasta siete veces con éxito? “Pues muy bien, la verdad. Sobre todo, por habérselo ganado a un grandísimo boxeador, que llegó a ser campeón del mundo”, remarca.

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A por el Campeonato del Mundo

Con el título de campeón de Europa en el bolsillo y bajo la preparación de Ricardo Sánchez Atocha, Manolo Calvo se dispuso a cumplir el sueño que su padre nunca pudo alcanzar: pelear por el Campeonato del Mundo. “Se dio la posibilidad de combatir contra Naseem Hamed y no lo dudé”.

Hablar de Naseem Hamed es hablar de toda una leyenda del boxeo. El británico, conocido como ‘El Príncipe’, era uno de los púgiles más temidos del circuito. El combate tuvo lugar el 18 de mayo de 2002. Ambos boxeadores llegaban tras un año de parón. Hamed lo hacía además tras sufrir la que, a la postre, fue la única derrota de su carrera, la que en 2001 le propició el mexicano Marco Antonio Barrera. Una vez más, todos daban por favorito al británico. Manuel Calvo no entraba en ninguna quiniela…

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Calvo vs. Hamed. Foto: Prensa Boxeo

“El objetivo del combate era relanzar la figura de Hamed tras su derrota con Barrera. Una vez más, me infravaloraron mucho; pensaban que iba a durar tres asaltos. Pero aguanté los 12 y perdí por puntos”. De todas formas, Calvo viajó a Inglaterra con cierta preocupación, pues su padre había sufrido un infarto unos días antes de la pelea. “Sin embargo, en el pesaje lo vi con mi madre: había pedido el alta voluntaria para presenciar el combate”, me cuenta.

Aun así, reconoce que fue una pelea rara. “Bueno, fue una pelea mala porque perdí”, concluye. Sin embargo, para los críticos de la época, nada más lejos de la realidad. Afirman que Calvo dio la cara en todo momento y que pocas veces se ha visto al ‘príncipe’ sufrir tanto encima de un ring. De hecho, ese fue el último combate de Hamed.

Manuel Calvo vs. Hamed

De pelear de nuevo por el título europeo, a la retirada

En 2003, volvieron a nombrarle aspirante al título europeo. Peleó en el mes de junio contra el vigente campeón, el francés Ciryl Thomas en San Quintín, Francia. Calvo perdió a los puntos después de que el árbitro detuviera la pelea en el noveno asalto. Thomas impuso su técnica y la rapidez de su golpe de izquierda desde el primer asalto para revalidar así el título europeo. “Fue una pelea desangelada; además, estaba cortado desde el segundo asalto”, zanja Calvo.

En 2004, tras vencer en España a Juan del Valle, le surge la oportunidad de disputar de nuevo una eliminatoria para el título de Europa ante el italiano Domenico Urbano. El combate tuvo lugar en San Mango d’Aquino (Italia) el 3 de agosto de ese año. Cortes en las cejas, pérdida injusta de un punto… Al final, en el noveno asalto subió el médico y decidió parar la pelea. “Y me ganó por puntos”, concluye.

Tras este combate, estuvo un tiempo entrenando con la intención de retirarse en España, pero no surgió la oportunidad, por lo que decidió colgar definitivamente los guantes.

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El boxeo hoy, según Manuel Calvo

A pesar de que tiene el título de entrenador, Manuel Calvo no ha ejercido como tal. “Para eso, hay que tener tiempo”, afirma. Cuando se retiró, siguió trabajando en el Calvo’s. Pero la hostelería no le motivaba, así que decidió sacarse el título de vigilante de seguridad y, desde hace 15 años, trabaja en Sasegur, una empresa que dirige el también ex boxeador Jesús Capote.

Aun así, y aunque sigue asistiendo a veladas, reconoce que el boxeo de hoy en día no le atrapa tanto como el de antes. “No quiero ser polémico, pero en la época de mi padre se boxeaba de una forma, en la mía de otra y ahora, de otra”, explica. En líneas generales, considera que el boxeo ha perdido bastante nivel en todo el mundo. “La mayoría de los boxeadores sube al ring solo a pegarse, no trabajan la defensa ni el juego de piernas; no son nada tácticos”, afirma tajante. “De hecho, veo a chavales con la cara destrozada y me cuentan que solo llevan 5 combates. ¿Cómo van a aguantar así los 97 que yo disputé o los 120 que hizo mi padre? Van a tener una carrera muy corta. Un boxeador que no tiene defensa está perdido”, reconoce crítico.

Aunque reconoce que quizá tenga un punto de vista del boxeo un poco arcaico, el boxeo siempre es el mismo. “Los golpes duelen igual ahora que hace 100 años”. Sin embargo, considera que los jóvenes boxeadores no conocen a los campeones de otros tiempos ni han bebido de su técnica.

Además, reflexiona acerca de cómo se considera hoy en día el boxeo. “Muchos gimnasios lo ven como un juego. Y no. Juegas al fútbol o al baloncesto, pero no al boxeo. Esto no es judo ni kárate”. Por eso, no considera lógico llevar a niños o niñas con 7 u 8 años a entrenar boxeo. “Quienes hacen eso están siendo unos irresponsables. Un niño de esa edad no puede golpear un saco porque tiene los huesos blandos; puede lesionarse para toda la vida”.  Asegura que en una ocasión acusó a la Federación de ser cómplice de todo esto. “Me contestaron que era un exagerado”.

Aun con todo, considera que los púgiles jóvenes carecen de mentalidad ganadora. “Voy a los gimnasios y los chavales (o chavalas) me dicen que van a intentar hacerlo bien. Y no, esa no es la forma de afrontar un combate. Un combate hay que ganarlo; si lo haces bien, mejor. Pero, ante todo, hay que subir al ring a tumbar al que tienes enfrente. Los entrenadores ya no educan con esa ambición de ganar”. Porque, añade, el boxeo no es un deporte de equipo. “Como decía el argentino Óscar Bonavena, el boxeo es un deporte solitario. Cuando tocan la campana, no te dejan ni la banqueta”.

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Pero, ¿se puede vivir del boxeo?

“En ningún momento. Mi padre boxeaba y trabajaba. Nunca ha sido un deporte bien pagado, como mucho te daba para comprarte un coche y un piso”. Y para muestra, un botón. El boxeador español que más dinero ha ganador por un combate fue Javier Castillejo en su derrota ante Óscar de la Hoya. El segundo, Poli Díaz. “El tercero fui yo en el combate ante Nasser Hamed. Y después tuve que ponerme a trabajar”, relata con ironía.

Pero sin duda, lo que más duele a Manuel Calvo y a su tío Lali es cómo se ha perseguido el boxeo desde los años 80’. “Fue por un tema político”, aseguran. En su opinión, con el cambio de gobierno de 1982, hubo un acoso y derribo hacia este deporte. De hecho, en 1989, Luis Solana, por aquel entonces director general de RTVE, lo prohibió en televisión. Lo mismo ocurrió en la prensa generalista. “En las Olimpiadas de Barcelona intentó repuntar, sobre todo con la llegada de las televisiones privadas, pero ahora está enterrado”, aseguran.

Aun así, ¿es tan violento como argumentan? “Violentas son las patadas en el fútbol”, interviene Lali. Según su sobrino, esta fue la excusa que pusieron para suprimirlo. “Políticamente, dan más votos los deportes de ricos como el tenis, el golf o el pádel; los deportes de la clase trabajadora están arrinconados. Y el boxeo era un deporte de pobres”.

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El pub Calvo’s, abierto en 1978, en la calle Pingüino

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2 comentarios en «La historia del peso pluma se escribió en Carabanchel»

  1. Menudo artículo currado David, enhorabuena de verdad porque esto es sacar a la luz auténtica historia del barrio que muy poca gente conoce. Saludos!

    Manuel

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