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Antonio Antoranz, un alcalde muy comprometido (I)

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Intentar reconstruir la historia de quienes nos precedieron no siempre resulta sencillo. Y eso es lo que me está ocurriendo con Antonio Antoranz García, un reconocido carabanchelero que vivió en el primer tercio del siglo XX y del que hay todavía algunas sombras que dilucidar.

Seguro que a muchos os suena su nombre porque tiene una calle que discurre desde la plaza mayor de Carabanchel hasta la calle Eugenia de Montijo. Una calle que hasta no hace mucho todavía tenía su antiguo nombre: del Sacristán. Conocida por sus cafés, comercios y tabernas (hoy todos desaparecidos), el 9 de enero de 1948, el ayuntamiento presidido por Rufino Goñi decidió dedicársela a Antoranz, que había muerto en julio de 1936 con algo más de 30 años.

Según el documento «Toponimia Franquista en las calles de Madrid«, extraído del libro Toponimia madrileña: proceso evolutivo y publicado para el Ayuntamiento de Madrid por Luis Miguel Aparisi Laporta en el año 2001, Antoranz fue alcalde interino de Carabanchel Alto en noviembre de 1934 y fue asesinado por su defensa del golpe militar del 18 de julio de 1936. Sus restos descansan en el cementerio parroquial de San Sebastián. La fecha de la muerte, según la propia lápida (en el cementerio no tienen certificado de defunción): 26 de julio de 1936, es decir, apenas una semana después del golpe. Pero, ¿quién fue realmente Antonio Antoranz?

La primera aparición pública del joven Antonio está relacionada con el Teatro de Las Delicias. En agosto de 1919 y con apenas 14 o 15 años, Antoranz fue uno de los actores que interpretó «Los cuatro Robinsones», escrita en 1917 por Pedro Muñoz Seca en colaboración con Enrique García Álvarez. Fue esta una función benéfica para obtener recursos para las familias más pobres de Carabanchel Alto. El médico Sebastián Pamplona fue el encargado de dirigir al elenco de 32 intérpretes, conformado por 13 mujeres y 19 hombres, incluido un jovencísimo Antonio.

Hijo de otro alcalde

Poco antes, en 1914 encontramos otra mención de un Antoranz. Concretamente, de su padre Manuel. Fue en el periódico «El Liberal» del 15 de enero de 1914. Ese día, aparecía una crónica donde se informaba sobre la «primera piedra» que el rey Alfonso XIII colocó en la Colonia de la Prensa.

Entre los ilustres invitados estaba Manuel Antoranz, en aquel entonces, alcalde de Carabanchel Bajo. También estaban Antonio Rodríguez, alcalde de Carabanchel Alto; y Eduardo Morales (que hoy tiene otra calle en el barrio de Vistalegre) en calidad de  juez y fiscal municipal. Cabe destacar que Manuel Antoranz está enterrado junto a su hijo Antonio en el cementerio de San Sebastián; según la lápida, falleció el 20 de julio de 1925.

Un aficionado a los toros

Desde el siglo XIX, Carabanchel era un reclamo para los aficionados a los toros. La primera plaza de toros, situada en la calle Magdalena (hoy Monseñor Óscar Romero) se quedó pronto pequeña, por eso el pueblo invirtió en la reconocida plaza de toros de Vistalegre, que se empezó a construir en 1906 y se inauguró en 1908.

inauguración plaza toros vistalegre

Y Antonio Antoranz, como muchos jóvenes de la época, era fiel aficionado a esta controvertida disciplina. De hecho, El Liberal y el Heraldo de Madrid mencionaban al protagonista de este artículo como uno de los participantes en la becerrada organizada en la plaza de toros de la Chata (o Vistalegre) con motivo de las fiestas de Santiago, patrón de Carabanchel, el 28 de julio de 1928. Es más, parece que no se le daba nada mal, pues según reza la crónica, Antoranz consiguió oreja y rabo, mismo resultado que obtendría en la becerrada organizada por la Congregación de Santiago dos años más tarde.

Así lo relataba entonces el diario La Voz: «El segundo le correspondió al buen aficionado Antonio Antoranz. Este joven, que conoce a la perfección los secretos del arte de Cúchares, fue objeto de una ovación cuando finalizó su labor con el percal. Con la muleta, muy bien. Toda la faena fue a base de naturales con la izquierda. Lo mató de tres pinchazos y un descabello. Dio la vuelta al ruedo y le concedieron los apéndices del becerro».

De lo que no cabe duda es de que Antonio Antoranz fue un joven muy comprometido con el pueblo que le vio nacer. Por ejemplo, analizando la prensa de la época, sabemos que fue consejero de la cooperativa eléctrica de Los Carabancheles y presidente de la junta directiva del Casino de Carabanchel Bajo, cargo al que accedió en septiembre de 1930.

Su ascenso a la alcaldía

crónica La Nación Antonio Antoranz alcaldeY tal era su reconocimiento sociopolítico en el municipio que el 19 de octubre de 1930 fue nombrado alcalde de Carabanchel Bajo. El gobernador civil de Madrid (lo que hoy equivaldría al subdelegado de gobierno) eligió a Antoranz alcalde y también al resto de la comisión permanente que gestionaría el pueblo.

Como tenientes de alcalde se designó a Argemino Blanco, Julián de Frutos y Francisco Casaurrán. Así lo describía el diario La Nación, dirigido por Manuel Delgado Barreto, vecino de la Colonia de la Prensa: «Reconocemos el acierto, en esta ocasión, del Gobierno, ya que dicho nombramiento ha sido muy bien acogido por todo el pueblo».

Según este diario, Antoranz posee todas las condiciones para desenvolverse con soltura «en el hoy espinoso cargo». Y proseguía: «Su juventud le da suficientes energías para trabajar sin desmayos; tiene posición independiente, condición muy digna de tenerse en cuenta en los que ocupan estos cargos. Su edad no le ha permitido mezclarse en política, siendo este el primer cargo que ejerce; es culto y de buen criterio; sus amigos (como a todo el mundo ocurre) podrán ser circunstanciales, pero de enemigos carece. Por último, nos consta que va a la alcaldía con buena fe, voluntad y deseos de emprender una fructífera labor por y para su pueblo».

Y prosigue La Nación: «Carabanchel Bajo espera mucho de su actuación y nosotros no le regatearemos en elogios, si los merece, del mismo modo que le censuraremos cuando haya lugar. Es de suponer y desear que, no llevando partidismos a la alcaldía, el Sr. Antoranz ponga término a las pasioncillas que se desataron contra los ayuntamientos de la Dictadura (de Miguel Primo de Rivera) y, sin perjuicio de las rectificaciones o revisiones a que hubiere lugar, se consagren con mayor empeño, tanto el alcalde como el Ayuntamiento, al presente y al porvenir de Carabanchel, que bien lo necesita. Solo con la pavimentación del centro del pueblo, que en muchos sitios sigue intransitable, ya hay alguna tarea».

«Seríamos injustos si antes de terminar esta nota no hiciéramos constar que el alcalde saliente, señor (Salvador) Tejera, ha realizado la buena obra de complementar el abastecimiento de aguas que hoy cuenta el pueblo gracias al alcalde dictatorial D. Leandro Teresa. Y vamos a ver si entra con buen pie el nuevo corregidor», concluye.

En resumen, el nombramiento de Antonio Antoranz como alcalde de Carabanchel llegó bajo la «dictablanda» de Dámaso Berenguer, gobierno que sucedió a la dictadura de Miguel Primo de Rivera.

El Heraldo valora su arraigo

El Heraldo de Madrid también destacaba la figura de Antonio Antoranz: «Persona de positivo arraigo en el pueblo, muy estimado por sus dotes de inteligencia y rectitud». El propio alcalde saliente, Salvador Tejera hizo uso de la palabra en el pleno del nombramiento para destacar a su sucesor y congratularse de que fuera el elegido, «porque su juventud y su cultura, unido al conocimiento que tiene de los problemas de Carabanchel Bajo, es la mejor garantía de éxito en la misión que el Gobierno le confía».

Continúa así la crónica del Heraldo: «Seguidamente, D. Antonio Antoranz, entre los aplausos entusiásticos de los vecinos, que llenaban el salón de sesiones, dio las gracias al señor Tejera por sus palabras, y pronunció un elocuente discurso que, siquiera sea concisamente, define su actitud franca y leal frente a pasadas actuaciones municipales poco claras y recoge, sobre todo, el sentir del pueblo sano, de ese pueblo que espera todavía pacientemente una revisión de la obra dictatorial en sus diversos aspectos: gubernamental, provincial y municipal».

«El señor Antoranz ofreció al pueblo de Carabanchel, no solo acometer con toda diligencia la solución de los problemas vitales de la localidad, sino también estudiar detenidamente lo hecho hasta ahora y combatir los excesos, si los hubiere, y exigir las debidas responsabilidades a quien las hubiere contraído también», concluye. Unos excesos que parecen estar reflejados en la figura del anterior alcalde, Leandro Teresa y la solicitud de un préstamo inaudito que endeudaba a Carabanchel Bajo durante 50 años.

Por último, y para ponernos en contexto, el gobierno de Berenguer, que sucedió a la dictadura de Miguel Primo de Rivera, restableció parcialmente las libertades públicas, autorizó el retorno de los emigrados políticos, devolvió a la labor docente a los catedráticos sancionados por la dictadura, amnistió a los presos políticos y anunció su propósito de convocar elecciones legislativas, retornando a las normas constitucionales. Pero estas medidas no habían de zanjar la crisis política que se desarrollaba en España; una crisis que alcanzaba de lleno a la monarquía de Alfonso XIII.

Dámaso Berenguer
Dámaso Berenguer

¿La anexión a Madrid?

El 4 de noviembre de 1930, Castor Patiño, periodista de El Liberal, se acercó hasta Carabanchel Bajo para entrevistar a su alcalde con motivo de la posible anexión a Madrid de los pueblos de la periferia. Y es que el gobernador civil de Madrid había planteado ya esta posibilidad, algo que, como bien sabéis, no tendría lugar hasta la posguerra (1948).

Al entrar al despacho del alcalde, el periodista se sorprende por su juventud. «Si acaso tendrá un año más del cuarto de siglo», reconoce. Esta apreciación de Patiño es el único dato que nos lleva a elucubrar sobre su fecha de nacimiento que, si el periodista está en lo cierto, habría tenido lugar en los primeros años del siglo XX. En cuanto al tema en cuestión, Antoranz reconoce no tener un criterio formado sobre el asunto, sobre todo porque apenas lleva dos semanas en el cargo. «Es de tal magnitud la cuestión, que se necesita pensarlo muy despacio. Con todo, de momento, y sin que esto sea prejuzgar la cuestión, creo muy conveniente una mancomunidad sobre determinados servicios, cuales son enseñanza, pavimentación de carreteras, alumbrado, sanidad, incendios y limpieza», manifestaba el alcalde.

Cabe destacar que pocos años antes, Barcelona había hecho algo parecido con la construcción del distrito del Ensanche. Esa ampliación engulló a los entonces pueblos de Sants, Sarriá, Gracia, San Andrés y San Martín. ¿Por qué no hacer algo parecido en Madrid?, cuestionaba Castor Patiño.

«Madrid no está en aquel caso. Barcelona ha podido hacer su bello ensanche debido a que en los terrenos afectados por el mismo no había ni una casa construida. Aquí no es anarquía; es el caos. Cada propietario de terreno ha levantado su casa donde y como le ha placido, sin más plan que su capricho (…) Y esto no es privativo de los barrios satélites de Carabanchel Bajo, pues igual ocurre que yo sepa en Chamartín, Canillas, Canillejas o Puente de Vallecas».

Asimismo, en esta entrevista, Antonio Antoranz asumía como principal reto de Carabanchel Bajo el de la enseñanza. «Como tengo la convicción firme y arraigada de que el secreto de la potencializada y pujanza de todo pueblo, en el sentido más lato de la palabra, es la cultura, no puede imaginarse la pena que me da ver al 40 por 100 de los niños de mi pueblo vagar por calles y campos debido a no tener escuelas donde asistir».


Segunda parte: Antonio Antoranz, el alcalde comprometido con Carabanchel (II)


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