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Eugenia de Montijo 19-21: Casa, fonda y jardín del Marqués de Sauli

casa y fonda del marqués de sauli
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Carabanchel fue la tierra elegida por aristócratas y burgueses  para disfrutar de sus vacaciones y días de asueto hasta finales del siglo XIX. La cercanía a Madrid fue el principal motivo de que eligieran este pueblo, pues podían venir en coche de caballos con rapidez y comodidad.

Aun así, hubo otro factor clave: los aires salutíferos que se respiraban en este pueblo gracias a que se encuentra a mayor altitud que Madrid y rodeado por cerros como el de Almodóvar o el de los Ángeles. Los Cárdenas Zapata, primeros poseedores de la Quinta de Miranda, fueron los pioneros de una larga lista de nombres de alto abolengo que eligieron las tierras de los Carabancheles para disfrutar de sus días de asueto.

El filantrópico marqués de Sauli

Uno de ellos fue Maximiliano Sauli, más conocido como Marqués de Sauli. Según el libro, “Quintas de recreo” dedicado a los Carabancheles, y escrito por Miguel Lasso de la Vega, el marqués dedicó a hospedería un gran solar de la calle de Pinto, en el que se disponían perimetralmente las edificaciones, liberando el centro para un patio o jardín.

La calle Pinto ha tenido varios nombres a lo largo de su historia, pues lo de cambiar nombres a las calles no es una moda actual. En su origen, fue calle de Pinto, pero después pasó a llamarse del Marqués de Salamanca, calle Real y, finalmente, Eugenia de Montijo, que es como se llama en la actualidad.

Esta fonda de Sauli, constaba de planta baja y principal, estaba destinada a “tomar los baños en la temporada de verano” y era espaciosa. Esta finca, situada en los actuales Eugenia de Montijo 19-21 y que es visita obligada en el freetour por Carabanchel, data, al menos, de 1830.

El edificio adyacente, integrado hoy en el original, fue adquirido por Sauli en 1837 al propio ayuntamiento de Carabanchel. Hasta ese momento, era una casa destinada al despacho del aceite y también tenía acceso desde la calle Pinto.

casa y fonda del marqués de sauli
El edificio que el marqués compró en 1837

Un edificio con mucha historia

A lo largo de los siglos, esta finca ha tenido gran relevancia. Frente a ella, se encontraba la plaza por donde giraba el tranvía primero y luego el autobús, hasta que se abrió finalmente el tramo de General Ricardos que une  la Plaza de la Palmera con la Fundación Santa Rita.

En sus pisos bajos hubo un café-bar llamado La Parada (¿heredado de la fonda que abrió el marqués, quizá?), mientras que en su interior acogió también un almacén de piensos para animales.

De la estructura del edificio cabe destacar la entrada de carruajes, cuyo suelo sigue siendo el de piedra original con los rebajes para facilitar la entrada de los carros. Encima de la puerta, la buhardilla, única original de la finca y que se mantiene tal cual en la actualidad. En la parte posterior del edificio existe un granero o almacén reconvertido ahora en vivienda, si bien se ha mantenido su estructura como puede verse la foto comparativa de abajo.

En el Diccionario Geográfico-Estadístico-Histórico de Pascual Madoz, tomo V, se cuenta que en Carabanchel Bajo “hay una fonda perfectamente surtida, donde se sirve con limpieza y prontitud”.

Cuenta Madoz que el edificio es espacioso, con dos salas y un extenso jardín; “en él se encuentran cuatro cenadores que tienen en su centro mesas redondas de piedra con asientos alrededor, los cuales suelen ocuparse con frecuencia en verano, por ser un sitio ameno que brinda al recreo y la diversión”.

No sabemos si esta es la fonda del Marqués, pero podría serlo. Aun así, y ahora que no nos queda ya ni el Chaíz, ¿cuánto agradeceríamos en el barrio tabernas como las aquí descritas, con amplios patios donde disfrutar del fresco del verano, la cerveza y la buena compañía?

El antiguo granero o almacén antes y después de la reforma
El antiguo almacén antes y después de la reforma

La calle más comercial

La calle de Pinto (Marqués de Salamanca, Real, Eugenia de Montijo)  fue durante décadas la ‘Gran Vía’ carabanchelera, es decir, la calle donde estaban todos los comercios y donde vivía la burguesía del pueblo.

En esa calle estaba la funeraria La Paz (de la que ya hablaré próximamente), la Tahona de Santa Teresa, de Ramón López; la Tahona de La Magdalena, de Juan Rodríguez; la Confitería y Repostería de Manuel García Caro, la carnicería, la fábrica de hielo o el almacén de frutos coloniales, alpargatas, aceites, jabones y aguardientes de Casimiro Escudero.

Años más tarde, se instaló también una librería, una cacharrería, la peluquería de Diego, la Tiendecita Azul, una lechería y justo en la plaza que giraba el tranvía, la droguería de la familia Soler.

En los últimos tiempos, acogió la inolvidable Fontanería Cores y el mítico pub Chaíz, ambos cerrados hace algo más de dos años.

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La casa que acogía al Chaíz. Foto: Rober durante la ruta por Carabanchel

La vía del tranvía…

Y es que esta era una calle con mucho trasiego. El tranvía empezó a discurrir por ella (en vía de un solo sentido) en 1876. Lo financió el banquero Juan Enrique O’Shea y tenía ocho tramos que discurrían desde la Plaza Mayor hasta Leganés, pasando por los dos Carabancheles (Plaza Mayor, Plaza de la Cebada, Puerta de Toledo, Puente de Toledo, Mataderos, Carabanchel Bajo, Carabanchel Alto, Arroyo Butarque y Leganés).

Esta información se recoge en el libro “Crónicas de Carabanchel Bajo”. La crónica la firma Ildefonso González Valencia, que fue profesor de instrucción primaria en Carabanchel Bajo en 1891. En ese año el tranvía ya era eléctrico (antes lo fue de coche con caballos) y cada tramo costaba 10 céntimos de peseta, a excepción de los dos últimos (hacia Leganés) que costaban el doble.

La instalación del tranvía sirvió para que Carabanchel Bajo se convirtiera en una especie de ‘centro comercial’ al que acudían muchos madrileños; especialmente al matadero, que se situaba frente a la casa consistorial, actual junta municipal, y que a finales del siglo XIX vendía carne en cantidades desproporcionadas, pues era un 30% más barata que en Madrid. Pero también a los toros, pues desde su inauguración en 1908, la Chata fue un buen reclamo para que los madrileños visitaran Carabanchel. Antes, también acudían a otra plaza cuadrada y con estructura de madera, de la cual también rendiré cuentas en otro artículo.

foto histórica tranvía en carabanchel eugenia de montijo
Foto publicada en el número 66 de la revista «Madrid Histórico». Ediciones La Librería

Pero, ¿quién fue el Marqués de Sauli?

Para cerrar este artículo, me gustaría hablar un poco de Maximiliano Sauli, el marqués que decidió levantar el edificio que hoy ocupan los números 19-21 de la calle Eugenia de Montijo. Nació en Madrid en torno a 1800. En los años 30’ del siglo XIX, destacó ya por ser secretario y contador general del senador Nicolás Pérez Osorio, marqués de Alcañices.

Si bien su gran logro y legado comenzó en 1839 gracias a la fundación del Instituto Español. Esta sociedad cultural, que se situó primero en la calle Toledo, vivió sus años de esplendor cuando se mudó al número 8 de la antigua calle de las Urosas (hoy calle de Luis Vélez de Guevara), muy cerca de Tirso de Molina.

Según el Diccionario de Pascual Madoz, el instituto, fundado por el marqués y por el literato Basilio Sebastián Castellanos, tenía por objetivo “la instrucción y educación del pueblo, proporcionando al mismo tiempo útiles y decorosas diversiones a los socios”.

La sociedad tenía dos colegios uno de niñas y otro de niños a quienes se les instruía en el baile, el dibujo o la música. También les proporcionaban clases de latín y filosofía. Sostenía a su vez cátedras gratuitas de griego, árabe, hebreo, francés, italiano, inglés… entre otras muchas materias que impartían los socios más meritorios del Instituto. Incluso tenían una escuela de adultos para enseñar a leer, escribir y aritmética “a quienes no pudieron aprender con menor edad tan indispensables conocimientos”, resalta Madoz.

Documento firmado por el marqués de sauli
Documento firmado por el marqués de Sauli en su época de secretario y contador general

Teatro del Instituto

A toda esta labor formativa, sumaba el Instituto un teatro donde en muchas ocasiones actuaban los propios socios, “al paso que ejercitan sus conocimientos, así en literatura como en la música, la declamación, el baile y la gimnasia”, añade. Por último, concluye Madoz, “el marqués de Sauli construyó a su costa la magnífica casa y teatro que ocupa el establecimiento en la citada calle de las Urosas, donde desde el 30 de octubre de 1845 continúa el Instituto llevando a cabo su lema de Instrucción y Beneficencia”.

Juan Antonio García Fraile, profesor del Departamento de Teoría e Historia de la Educación en la Universidad Complutense, publicó en 1996 este interesante artículo sobre el Instituto Español, donde podéis profundizar acerca de la actividad filantrópica de esta entidad. Cabe destacar, por ejemplo, que entre los conciertos más destacados que acogió se encuentra el del pianista Franz Liszt el 14 de noviembre de 1844.

“La principal ocupación del Instituto Español era dar al pueblo enseñanza gratuita desde la más elemental, pero más especialmente la de las artes, incluso las llamadas bellas artes y las de recreo”, señala Emilio Cotarelo en su libro “Historia de la Zarzuela”. Se convierte así en una de las primeras sociedades que procura la enseñanza a los más desfavorecidos, más allá del disfrute de sus socios.

En resumen, el Marqués de Sauli fue un filántropo modesto, pero de gran constancia, que levantó una sociedad educativa y cultural que rivalizó en la época con el popular Liceo de Madrid. Finalmente, la sociedad Instituto Español desaparecería en 1852, aunque el teatro continuó su actividad hasta 1861, año en que fue derribado.

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11 comentarios en «Eugenia de Montijo 19-21: Casa, fonda y jardín del Marqués de Sauli»

  1. María I Jiménez Garrido

    Me encanta la historia de Carabanchel. En 1956 mi familia compro una finca con un molino de viento y pozo en la Colonia Francisco Sánchez, dueño este señor de la Fábrica de hielo donde mi padre iba a «echar horas» después de su jornada en los Laboratorios Llofar, después Lepetit, y al lado de los Roche. Recuerdo perfectamente el tranvía, trolebús, y la finca que había en el final del trayecto, así como el mercado en los bajos del edificio último (entonces) de General Ricardos con grandes soportales. Y fui mucho con mi padre a comprar grano a ese almacén mencionado.
    Cuánto ha cambiado Carabanchel desde entonces!

    1. Intentaremos indagar. A veces no resulta nada fácil encontrar información sobre nuestro barrio, pues apenas hay constancia escrita de nada. ¡Muchas gracias por comentar! Un saludo.

  2. María I Jiménez Garrido

    Y todos los terrenos y edificios, hoy pertenecientes en su gran mayoría a la CAM, que entonces componían o se utilizaban como «Reformatorio»?

  3. El reformatorio estaba en la finca de Vistalegre, al lado de lo que hoy es la comisaría de policia. Llegaba hasta la calle Belzunegui.
    Yo viví hasta los quince años en Eugenia de Montijo 32. Encima de la fábrica de hielo y el café bar «La Central» que era algo así como el casino donde se reunían los «señores»para jugar, cartas, dominó, billar…y hacer sus tertulias.
    Está muy bien explicado como era esta calle, sus comercios, su importancia. Y además en el empiece tenía el cine Bellón y en la confluencia con Cinco Rosas (M.Oscar Romero) el cine Carabanchel (luego Imperio).Vamos que teniamos de todo sin tener que movernos de casa.

    1. El primer reformatorio de Carabanchel fue el Santa Rita, que tuvo esta función desde 1890 hasta 1937 aprox. En 1940, se inauguró el reformatorio en la finca de Vistalegre, que en 1989, se reconvirtió en el actual instituto Puerta Bonita. El cine Imperio se inauguró en 1955 y todavía queda intacta su fachada, está en la calle Monseñor Óscar Romero, 21. Del Bellón tengo menos datos, pero sí es cierto que estaba al final de General Ricardos, donde los tranvías daban la vuelta. Muchas gracias por el aporte!!

    1. Que sepamos, los bajos de la casa del Chaiz siempre tuvieron licencia de bar hasta ahora, que lo han convertido en viviendas. Además, lo han hecho tirando abajo el famoso patio y los árboles que albergaba. Una pena.

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