Visito a Jesús Vera en su casa de la calle Dolores Armengot. A pesar de sus 92 años, muestra una lucidez asombrosa. Durante la conversación, que dura más de 2 horas, le afloran los recuerdos. “No estoy cansado, sigamos”, me dice cada vez que le pregunto si quiere darse un respiro. Al día siguiente, su nuera Chus me escribe de nuevo: “El abuelo se ha quedado con ganas de más”.
He de reconocer que ese segundo encuentro sigue pendiente, pero lo llevaremos pronto a cabo. «Tiene más de cien notas preparadas», me cuenta Chus.
Valga este reportaje para conocer más de cerca a Jesús, un carabanchelero de los de toda la vida, de los poquitos que pueden lucir con orgullo en su DNI eso de “natural de Carabanchel Bajo”. Nacido, para más señas, en julio de 1930, cuando los Carabancheles eran todavía dos pueblos independientes, con su vida, sus costumbres y sus gentes de pueblo. Arraigadas a la tierra y a la industria, que ya afloraba con fuerza por estos lares.
Jesús Vera fue el cuarto de seis hermanos. “Nací enfrente de mi casa”, me cuenta con sorna. Y es que justo donde me señala, a través de la ventana, era donde vivía la partera que ayudó a su madre Petra, ‘la platanera’, a parir. Sus hermanos mayores, Gerardo, Chon y Nina marcaron aquellos primeros años de vida de Jesús.
Según el documento “Mujeres, reales o de ficción, en el actual callejero madrileño”, Dolores Armengot era familia de Joaquín Armengot, abogado, concejal y propietario de terrenos en la Colonia del Comercio (Opañel) y probablemente en los terrenos donde se conformó la calle, la cual recibió su nombre actual en 1927. “En aquellos años, todo eran casas bajas y enfrente estaba la vaquería de José Cobo Gutiérrez, que tenía 116 vacas”, rememora Jesús. También estaba la tienda de Nicasio, donde lo mandaban a comprar vino. Pero esa supuesta paz se truncó cuando estalló la Guerra Civil.
De Carabanchel a Madrid
“En 1936, nos echaron de mi casa y fuimos a Madrid con un carro, un borrico y un colchón”, me relata. Primero fueron a la casa de su tío Ricardo, hermano de su madre, que tenía un restaurante en la calle Fernando el Católico, 13. “Allí no nos admitieron, así que fuimos a Plaza Olavide, donde vivía un hermano del vaquero José Cobo, mi vecino”. Pero tampoco hubo suerte. Al final, los alojaron en una habitación en la calle Sagasta, 15. “Dejamos el carro enfrente y lo controlábamos desde la ventana”, añade.
Mientras la madre y los cinco hijos se refugiaban en Madrid de los bombardeos que ya se notaban en Carabanchel Bajo, Policarpo, el padre de Jesús, se dedicó a levantar y excavar trincheras. Pero cayó un obús. “Su compañero murió y mi padre quedó malherido. No había medicina ni apenas comida. Mi madre decidió traer también a sus suegros, mis abuelos Prudencia y Benito. Queríamos volver a nuestra casa de Carabanchel, pero era inviable, así que nos apuntamos a las colonias y nos llevaron a Elche”, explica Jesús.
Con el Socorro Rojo Internacional, a Elche
Con eso de las colonias, Jesús se refiere a las colonias infantiles que el Socorro Rojo Internacional (SRI) impulsó durante la guerra civil junto a otras tareas de solidaridad como atención sanitaria o la ayuda a refugiados. “Ahí conocí el mar. Tenía seis años”. Al ser una colonia infantil, solo pudieron ir los niños, en concreto los cuatro hermanos mayores. “Mi madre tuvo que quedarse en Madrid con su marido enfermo, sus suegros, mi hermano pequeño de tres años y embarazada de ocho meses”, cuenta Jesús. Actualmente, de esos seis hermanos solo viven su hermana pequeña Milagros y él.
“No se me olvidará el plato de lentejas con bichos que nos dieron en Alcázar de San Juan en ese camino a Elche. Era de noche y llovía”, cuenta. Al llegar a la ciudad alicantina, se enviaba a los niños a un corral grande para que las familias los fueran acogiendo. “Se llevaron a mis dos hermanas y luego a mi hermano Gerardo, que tenía ya 13 años. Yo, con seis años, no valía para nada, así que me agarré a su pantalón para que no se fuera”. Al final, se lo llevaron y Jesús se quedó solo en la colonia hasta que los recogió su madre meses más tarde.
Y es que Petra, ‘la platanera’ era una mujer de armas tomar. “Todavía no me explico cómo se las apañó para, estando embarazada de ocho meses, llevar a mi padre, a los abuelos y a mi hermano pequeño hasta Albacete en dirección Elche”. De hecho, en Albacete murieron su abuela Prudencia y su padre. También nació allí Milagros, su hermana pequeña. Fue entonces cuando Petra, sus dos hijos y el abuelo Benito llegaron a Elche, donde se reencontraron todos de nuevo.
La vuelta a Carabanchel tras la guerra
Una vez acabada la guerra, la familia volvió a Carabanchel. “Nuestra casa estaba medio derruida”, relata. Fue en esos años cuando Jesús empezó a ir al colegio con la señorita Mariana. Tenía 9 años. Las clases las daba en una pequeña casa baja en la calle Antolina Merino, esquina con Dolores Coca. “La señorita Mariana (Mariana Oviedo Serrano) era prima de la que, a los años, se convertiría en mi cuñada. Recuerdo que cuando no podía darnos clase, lo hacía una tal Pepita Villa. Sus hermanos eran estraperlistas y la policía los pilló una vez en el callejón de Buenos Aires, y derramaron todo el aceite que traían de contrabando”, me cuenta.
En esos años, Jesús empezó a trabajar con su madre, haciendo portes con un carro. “Carabanchel estaba hundido y el tranvía se había cortado; al final pusieron un trolebús que entraba por Jesús Castellanos y salía por Batalla de Torrijos”, explica. También recuerda Jesús el tren de los ingenieros, que subía por la calle Oca, conocida entonces como la calle del Ferrocarril. “Lo habían construido cuando el hospital militar, pero transitó poco. En aquel entonces, Oca estaba llena de terraplenes, aunque en Abolengo ya había comercios, pues íbamos a cargar muebles, y estaba la parroquia de San Roque. Pero siempre había un barrizal tremendo”.
En aquellos años de posguerra, su madre Petra vendía plátanos, de ahí el apodo por el que todo Carabanchel la conocía. “Los plátanos los traíamos con un carro de mano desde unos almacenes cerca del Teatro de La Latina, en la Cava Baja. Todavía recuerdo lo que costaba subir la cuesta de Mataderos”, recuerda Jesús en referencia al tramo de calle que iba desde el Puente de Toledo hasta la actual zona de Urgel, conocida entonces como el barrio de Mataderos. “Allí estaban los ‘albricias’, a quienes teníamos que pagar para poder entrar en Carabanchel Bajo”, añade.
El primer trabajo, en la imprenta
Pero poco tardó en buscar otro trabajo. Fue en la imprenta que había en los bajos de la ‘casa del escultor’, es decir, en la casa que al principio de la calle Monseñor Óscar Romero había levantado el escultor Juan Domingo Olivieri en el siglo XVIII. Esta magnífica casa señorial, de estilo renacentista y situada junto al colegio Capitán Cortés, se tiró abajo incomprensiblemente en 2005. Como muchos recordarán, su último uso fue el pub La Escondida. Antes, fue imprenta, “y en la planta de arriba estaba el colegio de Don Narciso”, apostilla Jesús. Y la casa de Leandro, ‘el canario’, practicante de Carabanchel.
En concreto, allí trabajó de minervista, es decir, oficial que manejaba la minerva, una máquina de pequeñas dimensiones que servía para imprimir prospectos, facturas, membretes y otros impresos pequeños. “Recuerdo estampar muchas etiquetas para el médico don Camilo”, me cuenta, padre de Pedro Sánchez Villalba, el pediatra que todavía ejerce en la actual calle de Marcelino Camacho.
Trabajó en la imprenta hasta 1948, año de la anexión a Carabanchel y también momento en que Jesús tuvo que ir a hacer el servicio militar. Lo hizo en el Regimiento de Infantería Argel número 7 de Cáceres. “Un día, Agustín Muñoz Grandes, que había nacido en Carabanchel y tenía la casa y el negocio familiar en la calle Real (hoy calle Eugenia de Montijo) fue a visitar el cuartel y preguntó si había alguien de Carabanchel: dos dimos un paso al frente y Muñoz Grandes nos dio cinco pesetas a cada uno”, recuerda Jesús.
Por tanto, de aquel año de la anexión a Madrid (1948), Jesús recuerda pocas cosas. “Solo sé que a la imprenta le fastidió mucho el cambio, porque trabajábamos mucho con el ayuntamiento; se nos cortó el grifo”, asegura. A su vuelta del servicio militar, volvió a la imprenta, pero finalmente la dejaría en 1953.
Por esos años, su hermana Chon también trabajaba para superar así la complicada situación familiar. Lo hacía en la famosa farmacéutica Laboratorios Llofar, situada en la Avenida de Abrantes. Fundada en 1949, fruto de la fusión de los Laboratorios Llopis y Phar, disponía fábricas en pueblos de La Coruña, Murcia y Málaga, si bien la sede central de todas las filiales estaba en Carabanchel.
Una vida de pueblo
En esos tiempos, la vida de las calles Monseñor Óscar Romero (por aquel entonces calle Cinco Rosas), Sombra y Real (hoy Eugenia de Montijo) era muy activa. Jesús me cuenta que en el majestuoso edificio de Servicios Sociales de Monseñor Óscar Romero, 42, vivía “la señorita María Luisa, cuyo marido era músico y estaba en Guinea Ecuatorial, por lo que solo podía venir cada seis meses”. Pero también vivía Federico Lejárraga Merlo, sobrino de la escritora María Lejárraga, y médico de Carabanchel Bajo desde junio de 1933, como bien reza el Boletín Oficial de la Provincia de Madrid. “Don Federico era un tipo alto y desgarbado”, señala Jesús.
Junto a este edificio había una nave donde hacían rejas y al lado la fábrica de jabones del industrial Atilano Brell. Miembro de la UGT y afiliado a la agrupación socialista de Carabanchel Bajo, Brell, nacido en 1893, fue alcalde de este municipio desde noviembre de 1931 a noviembre de 1933 y, posteriormente, durante el estallido de la contienda (febrero-noviembre de 1936). “Dicen que en la guerra, los milicianos quisieron matar a las monjas del convento de las Clarisas, pero que Atilano las salvó a todas y les dijo que se fueran a su pueblo o a donde quisieran”, afirma Jesús.
Cuando acabó la guerra, Atilano fue encerrado en el entonces reformatorio de Santa Rita, reconvertido en prisión provisional de Carabanchel. “El suegro de mi hermana también estaba preso, y lo llevaban diariamente a construir la nueva cárcel”, que se inauguraría en 1944. Tras su encierro inicial en el Santa Rita, Atilano Brell pasó por las cárceles de Oviedo, Madrid y Guadalajara hasta que salió en libertad condicional en marzo de 1942. Volvió entonces a su pueblo para poner en marcha una fábrica de jabones, la que todavía hoy recuerda Jesús Vera.
Frente a esta fábrica, pues el tramo de General Ricardos desde la plaza de la Palmera hasta su enlace con Eugenia de Montijo no existía, estaban las Esclavas de la Inmaculada Niña, que dirigían el Colegio-Asilo de la Divina Infantita, cuyo palacio había sido en origen, la casa señorial de los Marqueses de Villena. “Ahí acabaría viviendo Antonio Ortiz, que era practicante y que tenía un mono al que paseaba con una correa”, me cuenta Jesús. Y justo al lado, pegada al campo del RCD Carabanchel, la Fosforera, una fábrica estatal donde trabajan principalmente mujeres.
“Las pobres tenían que trabajar a destajo y no podían parar ni a comer”, añade.
Los comercios de la época
Establecimientos y recuerdos se amontonan en la brillante memoria de Jesús Vera: La fábrica de hielo, la vaquería de don Pedro Gorgolas, la tahona de la Unión, la carnicería Valle, la librería de Moisés, la mercería de Siguero, los bares Hidalgo. La Gamba y La Parada o Balta, el ferretero, cuya esposa trabajaba de administrativa en el Gómez Ulla. “Tenía un pico de oro este Balta, enredaba bien”, ríe. Hoy, me cuenta, los nietos han abierto una tienda de buceo en la calle Francisco Romero. La sucesión de nombres llega de forma casi atropellada. No quiere dejarse a ninguno en el tintero. “Muy cerquita de Balta, en la calle Empedrada (hoy Blasón) vivía el veterinario Pedro Díez”, sentencia.
Aquellas eran las personas más ilustres y los comercios más importantes del Carabanchel de la posguerra, casi todos situados en las inmediaciones de la calle Real, actual calle Eugenia de Montijo.
“También me acuerdo de Matilde Hernández, viuda de Casimiro Escudero”, me dice de pronto. Me cuenta Jesús que le pusieron el nombre de la calle porque tenían un estanco en la esquina de las actuales Oca y Matilde Hernández. “La recuerdo muy mayor, sentada en la puerta, siempre con un moño blanco”, relata. Y es que Matilde, enterrada en el cementerio de San Sebastián, como la familia de Jesús, murió en 1945. “Su hijo fue torero y tenía una carnicería; de dependienta trabajaba Pepita, que se casó con El Patillas; vivían en una casona muy grande en la plaza del Ayuntamiento. Pero el matrimonio apenas duró quince días”, recuerda con cierta sorna.
También se acuerda de Celso y Pepe Cano, (familia de Juan Luis Cano, de Gomaespuma) que tenían la Funeraria La Paz en la actual Eugenia de Montijo, 27 (casi esquina con Antonio Antoranz, antes callejón del Sacristán). “En el cementerio parroquial hay muchas cosas de los Cano, pues trabajaban muy bien la piedra. Recuerdo cuando en 1948, los juzgados abandonaron Carabanchel por la anexión y, durante un tiempo, tuvieron que llevar a los muertos en la baca del coche porque ni el coche fúnebre dejaron”, cuenta.
Y cómo olvidar el famoso Rincón de Medik, regentado por los hijos de Feminón, cuyos herederos gestionan hoy la gasolinera BP Fermín Fernández, en el Paseo de la Ermita del Santo. Y es que justo al lado del Rincón de Medik había un poste de gasolina que también controlaba la familia. Decía el cronista de La Voz, Luis Blanco Soria, en octubre de 1928, que el Rincón de Medik era un lugar “de añoranzas africanas, especie de cantina de campamento, donde una abigarrada parroquia de militares y paisanos bebe, charla y fuma, en espera del tranvía que ha de conducirnos hacia la corte por la simpática carretera de los Carabancheles”. Y que no se confunda con el Bar La Ochava, que estaba justo enfrente y lo regentaba un tal Pepito.
Asimismo, guarda buen recuerdo Jesús de Constantino Linares Ortiz, propietario de la fundición de campanas e hijo de Eduardo Linares, que fue quien puso la fábrica en pie, primero en la calle Linares y posteriormente en las inmediaciones de la actual María Odiaga. “Yo llevé la campana que se colocó en la parroquia de San Sebastián”, asegura Jesús. Y es que esta iglesia, muy dañada durante la guerra, se reinauguró en 1944. En esos momentos, Jesús hacía portes, un trabajo que compaginaba con la imprenta y que le acompañó a lo largo de su vida.
“Años más tarde, mi hermano compró una furgoneta que desechaban de taxi y nos dedicamos más en serio a los portes. Además, estuve después cinco años y medio de taxista y durante 14 años fui repartidor de leche Collantes, ‘que hacía a los niños gigantes’”, bromea recordando el eslogan que la hizo famosa. “Repartí también el Diario Madrid… me levantaba a las 4 de la mañana y no paraba”, rememora. Así hasta que en 1972, con 42 años, entró a trabajar al ayuntamiento, lugar donde se jubiló a mediados de los 90’.
Su vida junto a Hilaria Vidal
En ese momento llega a casa Hilaria Vidal, mujer de Jesús. “¿Oye, y cómo la conociste?”, le pregunté. Jesús puso cara pícara. “El 14 de septiembre de 1950”, me dice sin dudarlo. Y es que ese día se celebra el Santísimo Cristo de las Maravillas, patrón de Los Navalmorales, pueblo donde nacieron Petra y Policarpo, los padres de Jesús. “Iba a las fiestas y se me sentó al lado en el autobús. Me contó que era niñera y que iba a su pueblo, Santa Ana de Pusa”, a escasos kilómetros de Los Navalmorales. “Al llegar a Toledo ya la invité a tomar algo y le pedí el teléfono”, me cuenta.
En aquellos años, Hilaria trabajaba de niñera para una familia adinerada de su pueblo que tenía casa en la Colonia Iturbe, en la Fuente del Berro. Pero aunque hubo flechazo casi instantáneo, el noviazgo se alargó durante ocho años porque Hilaria cayó enferma y hasta que no se recuperó, la abuela Petra no permitió el enlace.
Al fin, en 1958 se celebró la boda, que tuvo lugar, al igual que el bautizo y la comunión de Jesús, en la Parroquia de San Sebastián, mientras que el convite tuvo lugar enfrente de la eléctrica de los Carabancheles (situada al final de la calle de Nuestra Señora de la Luz, de ahí el nombre de la calle, y junto a la Plaza de las Palmeras, que era donde entonces terminaba General Ricardos). “Ahí había un salón de bodas y fue donde nos casamos mi hermano y yo, se entraba por la Luz, esquina callejón de Buenos Aires”, hoy lateral de la Plaza de la Palmera, principio de la calle Espinar. De hecho, a la finca posterior, propiedad de don Miguel Nájera, hoy Colegio La Milagrosa, se la conocía así: Quinta de Buenos Aires.
Más y más recuerdos fluyen por la cabeza de Jesús mientras superamos la hora y media de conversación. “Con el carro, íbamos a por lechugas a las Oblatas; muchos críos se colaban a la finca”, añade. Jesús se refiere a las Oblatas del Santísimo Redentor, la Congregación de Hermanas que poseyó la Quinta de Miranda, que anteriormente había pertenecido a Eugenia de Montijo y a su sobrina, la Duquesa de Tamames. Tras su muerte en 1927, los herederos donaron finca y palacio al Ayuntamiento de Carabanchel Alto y este, a su vez, a las religiosas. “Aun así, en esos tiempos, todos los colegios tenían buenas huertas: el Santa Cruz, el Santa Rita, la Divina Infantita, la Unión… Todavía recuerdo el apodo del hortelano del Infantita, le llamaban Carmelo, ‘el Pichasanta’”, relata.
Un paseo por las fuentes
También le pregunto por las fuentes del pueblo. “A la fuente de La Mina, en la carretera nueva, iban los carros que venían con estiércol para las huertas de Leganés. Recuerdo que un camión militar atropelló a un chavalín junto a la fuente y lo mató. Era hijo de Epifanio, familia de Antonio Ortiz, el practicante”. Es más, a su hermano Gerardo le pasó algo similar, pero en otra histórica fuente.
“Un 16 de julio, en plenas fiestas pasó mi hermano con la camioneta por la Plaza Mayor y una niña se le echó debajo del camión. Se rompió un brazo y a mi hermano lo querían llevar al calabozo, menos mal que el señor Luna, que tenía un taller mecánico, le sacó la cara y dijo que la niña había salido corriendo de la fuente y se había abalanzado contra el camión”. Jesús se refiere a la pequeña fuente de agua que desde 1936 sacia la sed de los vecinos de la plaza de Carabanchel.
Y cómo no, estaba la fuente de la plazoleta detrás del Ayuntamiento, justo enfrente de la casa del escultor, donde estaba la imprenta. “Íbamos todos los días a llenar el botijo de agua de la imprenta”, me cuenta. Fue Jaime de Girona, Conde de Eleta, quien empedró toda la calle Monseñor Óscar Romero (por aquel entonces Magdalena y Manuel Cano) e instaló la fuente de piedra en 1899. Me contaron que tras levantar los edificios donde estaba la fosforera, se llevaron allí la fuente, pues a aquel callejón peatonal junto al campo de La Mina le dieron el nombre del Conde. Sin embargo, a día de hoy, la fuente ha desaparecido…
¿Y qué decir de los cines?
Que Jesús era fan del Cine Sanz, conocido también como el Palacio de las Pipas, y que estaba situado en la Glorieta del Ejército (delante de la heladería actual). “También iba al Bellón: ahí vi la película Raza”, aclara. Pero es que en el Sanz había una chica que le gustaba mucho, a la cual reconoció años después cuando conducía el taxi y la recogió por Marqués de Vadillo. “Iba todas las semanas a la imprenta con la foto del artista de la película del fin de semana para que le pusiéramos detrás Cine Sanz; era una chica muy guapa”, recuerda.
“Espera, espera, que no hemos hablado del Carabanchel”, me dice cuando hago amago de apagar la grabadora. El Real Club Deportivo Carabanchel, que nació en 1916, vivió sus mejores años en la década de los 30’ y los 40’ del siglo pasado, convirtiéndose en campeón de Castilla y consolidando su ascenso a Tercera División. El cuñado de Jesús, Manolo, fue directivo más de 20 años. “En aquellos años el presidente del Carabanchel era el farmacéutico Pedro Arranz, que tenía una farmacia en la calle Real”, rememora Jesús. “Hizo mucho por el equipo”, concluye.
Por desgracia, todas aquellas personas que tan bien recuerda Jesús ya no están. Casi todas reposan en el cementerio del pueblo, el de San Sebastián, al igual que sus hermanos y su madre. “Querían llevárselos al cementerio de Carabanchel Alto, pero mi amigo Joaquín, que trabajaba en el cementerio nos permitió que se quedarán en el Bajo”, cuenta.
Con sus manos grandes y firmes entrelazadas sobre la mesa camilla, Jesús recuerda y habla. Siguen llegando vivencias a su mente, siguen llegando recuerdos. La entrevista podría durar horas. Se está haciendo tarde. “¿Y sabes que el comandante de la Guardia Civil era un tal Molledo, abuelo del de los libros?”, me suelta para terminar, en referencia a José María Sánchez Molledo. “Si quieres, otro día te cuento cómo les robaron las gallinas del cuartel que estaba detrás de la Fosforera. Dejaron solo al gallo”, sonríe satisfecho.
Sinplemente genial, su cotidiana vida y este gran artículo
Gracias 😀
Buenos días David yo nací en Antolina Merino en el número 20 conocí a toda la familia de Jesús Vera porq éramos vecinos, su hermana Nina y el marido que se llamaba Salvador vivian al lado nuestro tenía dos hijos y una hija me acuerdo de la señora Petra una buena mujer igual q toda la familia grandes personas te ayudaban en todo lo q podían mi madre y mis hermanos también nacieron en Carabanchel mi tío era Sacristán y tocaba el órgano vivían en la plaza de la iglesia otros al lado del cine Bellon, también tenía un primo que murió en el tranvía del puente Toledo mi madre era costurera y me acuerdo que hizo un abrigo de astracán a la señora Petra y con lo que sobró me hizo el gorro de torero y el traje de torero fue a la calle pontones a comprar las lentejuelas yo me iba con los maletillas desde la plaza de Vistalegre a la fuente la mina y mi padre me llevaba a las eras de Paco el bruto que le llamaban asi y me montaba en el trillo que tiempos aquellos con todos mis recuerdos aunq ha pasado un año y algo de esta entrevista acabo de leerla y me ha emocionado muchas gracias
Yo también nací en Carabanchel Bajo.
Barrio dos amigos.
Año 1957.
Donde hoy está el Parque Sur.
En ese momento, Carabanchel ya era un barrio de Madrid, porque así lo es desde 1948. Me apetecía incidir en que Jesús es de los poquitos autóctonos que todavía viven, nacidos en el antiguo pueblo. Sin duda, sus vivencias son impresionantes.
Me he emocionado al leerlo. Mis padres son vecinos. Les voy a leer el artículo. Seguro que estarán encantados de saber que es de Jesús
Muchas gracias Gema. Y si tus padres quieren participar de un encuentro similar al que tuve con Jesús, encantado de gestionarlo. Gracias!
Soy una de las sobrinas del tío Jesús, hija de su hermana Saturnina. Actualmente vivimos mi hermano y yo en Móstoles.
Desconocía muchas cosas que he estado leyendo . Mi padre también era del barrio y amigo suyo, por eso se conocieron mis padres.
Una vez me contó que fue él, quién tuvo que reconocer a uno de mis tíos por parte de padre , porque le había pillado el tranvía.
Les enviaré el artículo a mis sobrinos para que sepan cómo era vida de entonces
¡Qué bueno! Espero que os haya gustado.
Buenos días creo que eres Maribel la hija de Nina y Salvador yo soy Jesús hijo de Ascensión mis hermanos son José y Carlos no se si te acordarás porq hace muchos años, fuimos vecinos en Antolina Merino después nos fuimos para Leganés y ahora vivo en Torrejón de la Calzada y vosotros os fuisteis a Móstoles, me acuerdo que murió tu hermano el mayor solo quedáis Salvita como le conocía yo y tú, ahora estaba viento el comentario de tu tío y se me han saltado las lágrimas no se si seguira viviendo o no, me gustaría un montón poder veros a los dos a tu hermano y a ti. Ojalá me puedas escribir me haría muchísima ilusión. Muchas gracias Maribel
Muchas gracias por esta interesantísima entrevista. Que maravilla poder leer sobre cómo eran y quiénes habitaban las calles que hoy piso y disfruto. Mil gracias a ambos.
Yo me casé con un Carabanchelero en el año 1964, y estoy recordando muchísimas cosas de aquel entonces. El cine Sanz era de la familia de mis consuegros, yo cuando me vine a Carabanchel ya no existía, pero la familia de mi marido carabancheleros de toda la vida. Aún recuerdo a mi marido ir a ver futbol con sus amigos y un bocadillo de un metro de largo para todos.
Gracias por estos recuerdos que algunos todavía viven en mi memoria
Me alegro muchísimo de despertarle esos recuerdos. Me encanta leer vuestros comentarios, de verdad.
Lo primero enhorabuena por esta maravila es un gusto leerle, gracias por toda esta información. Podía alguien ayudarme, estoy buscando i.agenes o cualquier tipo de i formación sobre mi abuelo falleció hace años o de familiares, le faltaba un brazo, todos los indicios llevan a que vivio en las casas bajas que había cerca de fuente la mina y cementerio de la ermita, en su certificado pone que estaba registrado en la calle Villarcayo 8 por los años 70 a veces pedía, muchas gracias
Excelente artículo David y maravillosas vivencias rememoradas por Jesús. Muchas gracias!
Que bonita entrevista.
Que gratos recuerdos ahora que vivo lejos de Carabanchel, aunque de reconocer que mi infancia la viví en el Alto.
Muchas gracias por esta maravillosa entrevista.
Yo viví hasta los 12 años en el patio de vecinos que había en La Tiendecita Azul, Eugenia de Montijo, 36. Recuerdo mi infancia con tanto cariño que, cualquier noticia o escrito sobre Carabanchel me la leo y releo, nostalgia dicen que es… Mis abuelos eran Águeda y Cándido, el fontanero, creo que le apodaban Picho,. Gracias Jesús y, si es posible, síguenos contando cosas. Un abrazo
Muchas gracias María del Mar. Ojalá pueda escribir muchas historias más como esta.
Muchas gracias por la entrevista, considero que me muy interesante y nos acerca a la historia del barrio y de Madrid, Gracias.
Muy bueno. Como siempre muy documentado.
Gracias por recordar los recuerdos de mi padre. El nació encima de la desaparecida zapatería “los Guerrilleros ” y mi madre en las escalerillas de Mataderos. Mi tía Petrita trabajaba en un estanco y fue muy conocida. Mi abuelo me llevaba a su aperitivo en el Bar La Gamba. Yo nací en Eugenia de Montijo….. imposible seguir falta tiempo y sobran emociónes. Viva Carabanchel y sus gentes buenas
Seguro que Jesús se acuerda de ellos. Le haré llegar tu comentario. Por cierto, el bar La Gamba es el que se ve en la foto de la calle Eugenia de Montijo, junto a la carnicería. Gracias!
El veterinario era de la calle Blasón? Podría ser Pedro García- Caro en lugar de Pedro Diez?
Pregunto a Jesús, porque ahí sí que no tengo más información que la que él me dio. Gracias!!
Pues es posible que ambos tengáis razón. Mi abuelo Pedro García-Caro Fernández quedó huérfano de niño y su madre que era lechera asturiana establecida en Carabanchel, casó con el veterinario del pueblo, quizá sería Pedro Diez? No recuerdo ya si su nombre era Pedro o Agustín…
Gran emoción me causa tanta historia de Carabanchel, donde nací en 1941, en el camino de la Laguna (hoy Laguna) donde vivieron mis tios, el «tio Camaño, guardicionero» que tambien «cortaba ladrillo», en lo que hoy es la galería comercial esquina a calle Tucán. El colegio de Don Pablo y doña Ysabel, calle Humanitarias (de pago) de donde mis padres me sacaron porque 25 Pts, era mucho. Me hicieron volver Don Pablo rebajando a 20, porque valía mucho, decia. No dijeran a nadie la rebaja que era igual que Ginés, de la calle de la amistad, porque su padre estaba preso en Ocaña. Tantas anécdotas como la opinión de Luis Miguel Dominguín que se empeñaba en que yo tenía que ser torero porque era una «tralla» como Manolete de puro delgado. Mi padre era acomodador en la plaza de toros como mi tio casado con familiar lejano de Dominguin (en la plaza habia mucha parentela). De la gasolinera Megino, mucha historia; hoy vecino de Leganés, la primera a la entrada más dos o tres más, tenemos una gran amistad. Al igual que el invitado mucha historia almacenada.
Hola Enrique, no sé si sigue viviendo en el barrio, pero si le apetece que concretemos un día una entrevista, por mí encantado. Seguro que tiene también muchos recuerdos que aportar.
Conozco a esta gran familia,amigos de mis padres durante todos estos años,una historia que pone los pelos de punta,por los recuerdos que trae,fenomenal
Me ha gustado mucho la entrevista ,porque en las palabras de Jesús ,veo a mi padre ,que también vive y es de octubre de 1931.Nacio en Carabanchel y trabajo en las vaquerías de «Paco el bruto».Era socio del Carabanchel y actualmente vive en vía carpetana ,antigua avenida de las ánimas.Le contaré toda esta entrevista porque seguro que todo le sonará.Gracias.ahh,se me olvidaba ,en Carabanchel le llamaban «el pichi».
Hola Ángel, si os apetece organizamos un encuentro como este y hablamos con tu padre si está con fuerzas. Gracias!
Es un privilegio conocer la historia de nuestro barrio por este Carabanchelero, que a pesar de ser tan longevo, tiene una memoria prodigiosa y es un orgullo tenerle como suegro.
Gracias a David por dar forma a tanta información. Un abrazo.
Estupendo artículo, leyéndolo rememoro las historias que contaban en casa mi abuela tíos y sobre todo madre, si viviera tendría un año más era de 1930. Vivian desde antes de la Guerra Civil en Nuestra Señora de la Luz, frente al callejón, y allí siguieron viviendo hasta que fallecieron.